Una terapia revierte el envejecimiento de forma segura
La edad será algún día solo un número y no un anuncio de fragilidad y enfermedad. Esa es la aspiración de numerosos grupos de investigación, empeñados en revitalizar nuestras células para vivir más y, sobre todo, mejor. A falta de un momento eureka que cambie lo aprendido, la mejor vía para conseguirlo pasa por reprogramar las células, una estrategia a la que se temía porque el precio de dar marcha atrás el reloj biológico podía llevar aparejado un diagnóstico de cáncer.
Ahora el español Juan Carlos Izpisua ha demostrado que se puede revertir el envejecimiento de forma segura y eficaz a largo plazo. La investigación, que ha contado con la financiación de la Universidad Católica de Murcia, acerca un poco más el sueño de contar con una terapia que rejuvenezca nuestros tejidos sin riesgo.
Izpisua ha emprendido un nuevo camino en la compañía biotecnológica Altos Lab donde con otros expertos antienvejecimiento se quiere emprender una revolución contra el paso del tiempo. Allí con una inversión multimillonaria esta empresa ha reunido a algunas de las mentes más brillantes. Juan Carlos Izpisua no es el único español. Le acompañan en la aventura los investigadores Manuel Serrano o María Abad.
El nuevo trabajo de Izpisua es optimista y despeja dudas, aunque prefiere hablar con cautela porque la demostración de seguridad y eficacia solo se ha visto en ratones: «Queremos devolver la plena funcionalidad a las células envejecidas para que sean más resistentes a enfermedades y lesiones. Nuestros resultados demuestran que, al menos en ratones, hay un camino para lograrlo».
Los 'pacientes' de este experimento eran ratones sanos, sin patologías previas, y con diferentes edades para averiguar a qué edad el tratamiento podía funcionar mejor o si hubiera un momento de no retorno en el que este tipo de intervenciones ya no tendría sentido.
Se organizaron tres grupos de tratamiento: ratones de los 15 a los 22 meses de edad, lo que trasladado a edad humana equivale a 50-75 años; un segundo grupo de los 12 hasta los 22 meses, de 35 a 70 años, y un tercero de 25 meses de edad (80 años en humanos) que solo fue tratado durante un mes. En ninguno de estos grupos se observó ningún efecto negativo en la salud, ni en el comportamiento ni en el peso corporal de los animales tratados. Tampoco hubo cambios neurológicos, ni alteraciones de las células sanguíneas o se desarrollaron tumores.
Cuando se analizaron los signos de envejecimiento al final del estudio se vieron patrones muy similares a los de los animales más jóvenes en las células de los riñones y la piel. A mitad de tratamiento, los efectos aún no eran tan evidentes, «lo que sugiere que el tratamiento no se limitaría solo a detener el paso del tiempo, sino a revertirlo», apunta Pradeep Reddy, coautor del estudio.
¿Beneficios a cualquier edad?
Todos los animales que recibieron la terapia respondieron al tratamiento, incluso los de mayor edad. Eso significaría que hasta una persona de 80 años que empezara la terapia en ese momento vital podría beneficiarse. Aunque los mejores resultados se observaron en los grupos más jóvenes también fueron los que durante más tiempo recibieron el tratamiento. La terapia se mantuvo diez meses, lo suficiente para garantizar que no había riesgo. En otros estudios previos, bastaron tres meses para que se manifestaran efectos adversos. Los ratones de más edad solo fueron tratados un mes, poco tiempo en comparación con el resto. Y pese a ello se observaron mejoras que indican un rejuvenecimiento como la capacidad de proliferación en las células de la piel de estos ratones viejos después del tratamiento exprés. «El que no haya signos en otros tejidos podría explicarse no tanto por la edad sino porque pueden necesitar más tiempo para observar cambios en otros órganos», justifica el científico español.
Muchas dudas
El trabajo que se publica ahora no permite responder a dos preguntas clave: cuál sería el mejor momento para iniciar una terapia antienvejecimiento o si existe un punto en el que ya no será posible intervenir. «Son dos claves importantes, pero no tenemos la respuesta correcta en este momento», reconoce a ABC Juan Carlos Izpisua. El investigador del Instituto Salk cuenta que ya se han puesto en marcha experimentos con ratones de diferentes edades desde los 22 meses (70 años humanos) hasta los 28 meses (más de 80 años). También se están desarrollando nuevos modelos animales para entender por qué hay algunos tejidos que responden mejor que otros y no rejuvenecen al mismo tiempo o si el envejecimiento de un órgano puede influir en los otros.
«Hemos puesto en marcha nuevas investigaciones para poder responder a estas cuestiones. Todavía tenemos que entender por completo el mecanismo de acción o la forma correcta para administrar el tratamiento o si otros medicamentos pueden inducir la reprogramación parcial de manera segura y efectiva en humanos», advierte.
Genes que se activan al beber agua
La estrategia de rejuvenecimiento se basa en una fórmula ideada por el Nobel de Medicina Shinya Yamanaka. Este cientifíco japonés demostró que bastaba con insertar cuatro genes para transformar una célula de la piel en otra que se comportara como si fuera embrionaria. Ese nuevo tipo celular, que llamó iPS, ha sido el punto de partida para generar en el laboratorio neuronas, células musculares, cardiacas... o cualquiera de los más de 220 tipos celulares de un organismo humano.
Con esta investigación se abrió la puerta a la medicina regenerativa y con ella a la curación de enfermedades sin tratamiento o la regeneración de tejidos dañados por la vejez o por un traumatismo. Aunque el proceso para convertirlo en un tratamiento efectivo y seguro aún tiene por delante un largo camino. Pero aún queda saber cómo se trasladará a la clínica. En el último estudio que firma el grupo de Izpisua se han activado de manera intermitente los cuatro genes del cóctel de Yamanaka.
Los ratones utilizados estaban modificados genéticamente para tener copias adicionales de cuatro genes que solo se activan al beber agua con doxiciclina, un antibiótico de uso común. Este fármaco actúa como un interruptor para aumentar o disminuir los factores de rejuvenecimiento. Este enfoque es imposible de trasladar a humanos. Una de las fórmulas que se está estudiando es recurrir a la tecnología de ARN mensajero, utilizada en las vacunas del Covid.
El objetivo es hallar una vía para restaurar la función de las células que ya estén en el órgano y no recurrir a la terapia celular que consistiría en fabricar nuevas células en el laboratorio y volver a insertarlas.
ABC