El pueblo de Guadalajara que tocó el cielo con sus campos de lavanda
En Brihuega no se celebrará este año el Festival de la recolección de la lavanda, pero sí se espera la llegada de turistas para contemplar las plantaciones en su mejor momento.
En Brihuega (Guadalajara), a poco más de 45 minutos de Madrid, el campo ya es un espectacular mar de color violeta. Julio es el momento de máxima floración de las casi 1.000 hectáreas de plantación de lavanda que rodean el pueblo y su comarca. En los últimos años se ha organizado allí un bucólico y emocionante festival de música para celebrar el momento de la recolección. Era una de las citas mas fascinantes del verano. En esta ocasión, el Festival no podrá celebrarse, pero en el Ayuntamiento creen que será inevitable la llegada de turistas.
«Somos conscientes de que tendremos bastante afluencia de visitantes este año, por el fomento del turismo de interior y porque cada año somos más conocidos; pero nuestra prioridad es maximizar la seguridad y evitar riesgos con la pandemia, por eso nos hemos visto obligados a suspender actividades como las visitas guiadas y pronto podremos presentar un programa de actos reducido y acorde a las circunstancias», afirmaban ya en junio los responsables del Ayuntamiento.
En este sentido, se ha contratado el servicio de una empresa de seguridad, que se encargará de regular los accesos en la medida de lo posible, controlar aforo en los campos y regular y controlar los aparcamientos gratuitos tanto en las plantaciones como en el municipio.
Brihuega, en la Alcarria, era un pueblo de ganaderos y agricultores, con un pequeño toque industrial, por ser sede de la Real Fábrica de Paños, activa y en producción hasta después de la Guerra Civil española. Luego todo comenzó a decaer, y la gente, a marcharse.
La llegada de la lavanda a Brihuega tiene varios nombres propios. El primero, Álvaro Mayoral, maestro en los años 60, que veraneaba en Francia, y que trajo los primeros esquejes de la Provenza. También Andrés Corral, un agricultor de la zona, que comprendió que esta planta era la idónea para cultivarse en su pueblo, y un perfumista, Emilio Valeros, nariz de Loewe, altamente considerado en el mundo de los perfumería. Sus padres tenían tierras en Brihuega. Al principio fueron unas pocas hectáres de cultivo, luego se llegó a 600 hoy ya son cerca de mil. También se construyó una planta destiladora de la esencia de la lavanda, con capacidad para más de 200 kilos a la hora, y que está considerada como la mejor equipada de Europa.
Nació una sociedad, Intercova Aromática, que da trabajo a unos 200 agricultores de la comarca. Se cultivan dos variedades: 250 hectáreas de lavanda apta para alta perfumería, cosmética, medicina y restauración, y otras 700 hectáreas de lavandina para decoración y perfumería. Millones de flores recogidas con toda delicadeza, pasan por los alambiques que tienen una capacidad para 2.000 kilos diarios de esencia.
En concreto, la comarca produce más de cinco millones de plantas y ocho millones de toneladas de producción, un 50% de la de toda España, algo inimaginable hace algunos años, según aseguran los hermanos Corral, Juan y Javier, culpables del germen que hace varios años sirvió como inicio del Festival Internacional en torno a esta aromática planta, suspendido este año.
En cuanto a las características climáticas particulares de la lavanda guadalajareña, detallan que la altitud, su suelo calcáreo y poroso así como su tradición centenaria en el extracción de los aceites esenciales en general «y su extremada calidad» hacen que su producto tenga «algo especial». ABC Viajar