Abril (Fragmento)
Abril... ese mes tan esperado por todos en la colonia entrerriana, desarrollándose plenamente en la década de 1940, cuando ya la segunda generación de argentinos irrumpía en la nueva patria.
El mes de las pascuas. Por las noches estaba tan claro y había tantas estrellas que al transitar el camino vecinal en el sulky se lo divisaba perfectamente, con sus partes arenosas, sus alturas de tierra negras con una profunda zanja al costado producto de la erosión ocasionada por las lluvias, con una hondonada (el bajito) donde debía vadearse el arroyito y quizás por la humedad o la proximidad del agua, había mas bichitos de luz que en las alturas, y donde se percibía mas el frescor de la noche. Al pasar por los distintos grupos de casas de los colonos rara vez ladraba un perro y en algunas ventanas se divisaba una luz, eran las lámparas de mecha a kerosén de algún colono que se quedaba en su cocina , tarde, leyendo, o mas avanzada la noche, ya madrugada, se estaban levantando para ir al corral a ordeñar las vacas. Previamente se hacía fuego con marlos en el fogón de la cocina económica sobre las brasas que había entre las cenizas restantes de la cena anterior, para tomar unos mates antes del desayuno con leche fresca, para luego atar el arado y hacer dos mudas por día con los dóciles caballos, mientras amanecía, preparando la tierra para la siembra de estación.
Abril... ese fantástico mes de las primeras lluvias otoñales, en que las amarillas hojas de los árboles caen formando doradas alfombras, solamente los paraísos conservan su eterno verdor.
Abril... el mes en que se conmemoran las fiestas de la libertad. Durante las largas noches, después de la cena, los abuelos o padres relataban a los chicos la epopeya del éxodo de Egipto, del mar que se abría por designio divino permitiendo pasar a los que buscaban su libre albedrío.
El mes en que en el salón social del pueblo se representaban obritas teatrales y luego se bailaba hasta que se debía regresar y retomar las tareas diarias de la vida campesina. Aquéllas veladas culturales de teatro aficionado en castellano o en la lengua materna! Abuelos y padres concurrían disfrutando al ver actuar a las nuevas generaciones en actividades que ellos habían realizado, era un volver a vivir, en la nueva tierra, y un lagrimón de emoción se escapaba al expetimentar tánto sentimiento y apego a la vida en la colonia entrerriana!
Abril... el mes en que los fines de semana se ataba el sulky o el carro si la familia era numerosa para visitar algún familiar o amigos en la colonia, desatando los caballos al arribar, originándose alegres reuniones donde los mayores, acallando la algarabía de los chicos, recordaban las pascuas de la vieja Europa, bajo un manto de nieve. Sus hijos, primera generación de argentinos, debatían temas políticos, de producción y sus precios, haciendo planes para próximas temporadas, de las noticias de los últimos diarios recibidos, algo atrasados, y siendo ya noche cerrada, clarísima por la luna llena del mes de abril, la dueña de casa improvisaba una cena con muñatos fritos, huevos, pepinos salados, rabanitos y cebollas aderezadas con grasita de pollo y pan casero. Los hombre solían jugar a las cartas, mientras el dueño de casa sorprendía con una botella de grapa
que era bien recibida por todos, hasta las señoras, en una copita “regalo de casamiento”, mojaban un trocito de torta... y se brindaba por la vida!
Los adolescentes, plenamente consustanciados con su vida en la campaña entrerriana, disfrutaban con la música de una vitrola a cuerda con un enorme gramófono y discos de pasta, valses, tangos, shimis, shotis, mashisas y algún chamamé, y cuando se escuchaban los sones de un clarinete interpretando un kosachok, los mayores se levantaban intentando cabriolas y pasos de la música de su vieja patria...
Se terminaba la cena con mandarinas que les faltaba una “buena halada” para estar dulces y maní tostado dejando montones de cascaras... terminando los chicos dormidos en la “cama grande” de los dueños de casa entre sacos, frazadas y almohadas de plumas, y tarde ya, se ataban los caballos que pastaban en el piquete cercano a la casa, y con las riendas firmes y a buen trote se regresaba al hogar.
Abril... mes de recibir visitas. Era un mes de festejos permanentes en que llegaban parientes a la colonia para compartir la festividad de pascuas desde Buenos Aires, Concordia y de colonias vecinas. La jaula con los mejores pollos siempre preparada, una provisión de huevos, y con una huerta bien cultivada, no faltaban elementos para agasajarlos.
La principal responsabilidad recaía en las amas de casa por la preparación de los manjares, el delantal de cocina no las abandonaba en esos días, debiendo ademas sacar a ventilar frazadas, colchones y almohadas de plumas, “asolearlos”, para armar camas, catres y sobre el piso de tablas donde todos siempre se acomodaban. Los caballos piqueteros no daban abasto para pasear los chicos puebleros en el campo del tío o del abuelo.
Abril de aquellos años vividos en la colonia... hoy si un anciano, con profunda melancolía, intenta evocar, o añorar lo consideran tal vez ingenuo, o referente poco digno, pero si por un momento nos detenemos en rescatar vivencias, experiencias, reveces y placeres, sin dudas se anhela prolongar la vida que transcurre vertiginosamente...
Todo pasa y todo cambia, las costumbres, los hábitos, las formas de vestir, las comidas, la tecnología, el progreso arrasa con vivencias y recuerdos que se esfuman, ya no hay noches largas para contar historias a los nietos... o nietos interesados en escuchar a abuelos ancianos.... Los cambios vertiginosos del diario vivir nos privan, a veces, de detenetnos a disfrutar del placer de gozar de las pequeñas cosas de la vida, en esa maravillosa época del año que transcurre en el mes de abril...
Comentarios
Para comentar, debés estar registrado
Por favor, iniciá sesión