Bayer y la guerra de los cerdos
“El ser humano no se rinde nunca, la ética triunfa finalmente aunque a veces tarda mucho en encer sobre el crimen y la codicia” Osvaldo Bayer
La demolición del monumento a Osvaldo Bayer en Santa Cruz, fue simultánea con el día de la Memoria y contemporánea a la represión atroz e ilegal que todos los miércoles el gobierno perpetra contra los jubilados. La intención es destruir, pero también distraer de graves hechos: la estafa con criptomonedas del Presidente, los jueces de la corte nombrados por decreto, el vergonzoso acuerdo con el FMI, el ajuste y la miseria, La corrupción de los legisladores, la ausencia de la Justicia. Distraer, en la coyuntura, de la masiva convocatoria, a marchas y actos, en todo el país, de repudio por la Dictadura Cívico-Militar y por la Memoria, la Verdad y la Justicia. El gobierno produce estos hechos horribles, para que hablemos de sus salvajadas, de su afinidad con la Dictadura, tanto que sólo saben cómo los Genocidas, destruir y desaparecer. Tapar el sol con un dedo. Sin embargo, como un boomerang, muchos jóvenes azuzaron su curiosidad y comenzaron a preguntar por Bayer. Así como, en las charlas que dieron en las escuelas, persiguieron hasta la puerta a los referentes de los derechos humanos para saber más sobre la Dictadura. Así muchos jóvenes, parece, quieren ahora, conocer la verdad histórica. ¡Vaya si Osvaldo los va a ayudar en esa empresa! Varios de ellos que por su edad no vivieron el momento, me preguntaron sobre la presencia de Bayer en el acto por el cambio de nombre de la Avenida de la Costanera, que se llamaba Julio Roca, por la de Avenida costanera delos pueblos originarios”. Bayer estuvo en el encuentro, con pasitos cortos pero firmes como su compromiso, claro como sus ojos, lúcido y límpido como su mirada. Fue un acto festivo, inolvidable. El escritor contó allí, que la campaña del desierto fue financiada por la sociedad rural y mencionó los apellidos ilustres que se apropiaron de esa tierras, como Martínez de Hoz, Anchorena y Miguens. Con mucho entusiasmo celebró la reivindicación de los pueblos originarios,” los que vivieron miles de años en estas tierras y que fueron esclavizados por los conquistadores que vinieron de Europa, que no vinieron a descubrir, sino que vinieron a llevarse, lo dice muy bien Eduardo Galeano en su libro “Las venas abiertas de América Latina”, cuando cita las cartas de Colón al Rey de España…en la que Colón escribe 129 veces las palabras oro y plata y apenas 28 veces la palabra Dios. Queda claro entonces a qué vinieron” expresó Osvaldo Bayer en su discurso en Concordia, aquella luminosa mañana de 2008. Agregó que “fueron ellos los que impusieron la esclavitud, primero de los pueblos originarios, pero después, como no les bastó por el ansia de riqueza del oro, de la plata, de llevarse todo, entonces, también trajeron a los pueblos africanos a trabajar como esclavos. Se refirió entonces a Alexander Von Humboldt que decía maravillado que “los pueblos originarios no tienen noción de propiedad, para ellos todo es de todos, para ellos todo es comunitario, y además cuidan la naturaleza que los europeos destruimos cuando vinimos”. En la “batalla cultural” que los fascistas emprenden, más parecida –parafraseando a Bioy Casares- a una “guerra de los cerdos”, Bayer les asusta. Es un gigante de la Memoria y la ética que no soportan. Así su cobardía, así su estulticia, intentan destruirlo. Sin embargo muchos jóvenes comienzan, a partir de esta atrocidad, como pasó con la censura del libro “Cometierra” a preguntar quién es ese Bayer, porqué la saña y la crueldad para con su imagen, para con su recuerdo, porqué la ofensa para con su familia y para con todos los que apreciamos en él a un admirable luchador. Es que Bayer desenterró la Verdad histórica oculta, con un impresionante trabajo de investigación. La verdad oculta por el Poder. La del brutal robo de las tierras a los habitantes originarios, que hizo nacer la nación con las manos ensangrentadas, por una propiedad que reivindican como una vaca sagrada, pero de la que se apropiaron aniquilando pueblos, seres humanos. Es que Bayer investigó meticulosamente los crímenes que cometió el Ejército a los peones de Santa Cruz que se levantaron en huelga por reivindicaciones exiguas durante el primer gobierno de Irigoyen. 1500 peones del sur fusilado con frialdad, oculto, en una pedagogía de la desmemoria (Marcelo Valko) por la historia oficial. Es que Bayer fue un verdadero anarquista libertario que luchó, solidario, generoso e implicado, por los trabajadores, los humillados y ofendidos. Es que Bayer tuvo que sufrir el exilio en la Dictadura. Es que se comprometió, sin claudicaciones, desde el exilio con la lucha de las Madres de Plaza de mayo, denunciando las desapariciones y el terrorismo de Estado. Es que ya en Democracia siguió denunciando la pobreza y la corrupción, y combatiendo con el arma de la palabra y del cuerpo y la razón, por la Memoria, la Verdad y la Justicia. Es a ese Bayer al que quisieron agraviar los “cerdos”, sucios y nauseabundos, porque los quema con su ética, porque los obnubila con su inteligencia, porque los demuele con su solidaridad. Destruir la memoria de Bayer, vaya empresa ruin e imposible, vaya canalla y calamidad, la paradoja los conmina y hoy la figura de Bayer brilla, luminosa, potente, maravillosa, en el tierno recuerdo de su pueblo y en la siempre renovada avidez de saber de los jóvenes de nuestra Patria.
Nota al pie: (“Diario de la guerra de los cerdos” de Bioy Casares es una novela en la que los jóvenes comienzan una cacería para matar a los viejos y exterminarlos. Esa ficción hoy rezuma en una realidad en la que ese acoso y brutal persecución lo realiza el gobierno nacional, reprimiendo brutalmente los reclamos de los jubilados en su marcha de los días miércoles, en los que reclaman salarios de hambre, acceso a alimentos y medicamentos, y una política que- como en “La guerra de los cerdos”, se ensaña bestialmente contra ellos)
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