Una nota periodística publicada en la Revista “La Calle”, en noviembre de 1970, relata aspectos de prácticas que se realizaban en nuestra ciudad, desde principios de 1900 y hasta la época de la Primera Guerra Mundial (1914 – 1918). Nos referimos al reparto domiciliario de tarjetas necrológicas.
Cuando ocurría un fallecimiento, especialmente de familias conocidas, la primera y principal tarea de la empresa funeraria consistía en la comunicación que se llevaba a domicilio, anunciando lo ocurrido, como también, el día y el horario del sepelio.
Las empresas fúnebres utilizaban unas tarjetas del tamaño de un sobre común, con gruesos bordes negros. En dicho recorte periodístico se enuncia, que: “por lo general (el sobre) en la parte superior, tenía impreso un crucifijo, y al pie, la leyenda con el nombre de la persona fallecida y la lista de sus deudos, con la correspondiente invitación a la piadosa ceremonia. Todo esto con grandes caracteres negros” (La Calle, 1970: 6 y 7).
Otro detalle, que destaca el cronista, de aquellas épocas era, que: “entre la grey católica, el repique de campanas, suave y melancólico, a la hora del sepelio, como una sonora despedida” (La Calle, 1970: 6 y 7).
En 1904 llegó a Concordia la primera carroza fúnebre con llantas de goma. Esa carroza resultaba la última expresión en su tipo: toda de color negro con guarniciones de bronce y tirada por caballos negros. Entre los propietarios de esas empresas fúnebres, de esos tiempos, mencionan a Francisco Andreola y a los señores Degracia y Depascuale. Ambos tenían, además, amplios talleres para la fabricación de muebles, con numeroso personal especializado.
Estas fábricas, con la exposición de su producción, junto a otras firmas de la misma actividad económica tenían su ubicación en la calle Entre Ríos, a pocas cuadras entre sí. Don Francisco Andreola se había instalado en 1889, en esa zona. Pocos años después lo hicieron los señores Degracia y Depascuale en calle Entre Ríos y Buenos Aires. En Entre Ríos y Jujuy (Roque Sáenz Peña) se estableció la fábrica de muebles de los señores Dacunto Hnos. Y, donde actualmente se ubica el cine Odeón, estaba ubicada la fábrica y carpintería de la Casa Galli.
Finalmente, destaca el artículo periodístico, que: “todos estos negocios, a medida que fueron falleciendo sus fundadores y dueños o sus descendientes, se iban clausurando y terminando sus actividades, dando paso a la reforma de las propiedades y a la instalación de nuevas manifestaciones comerciales acordes con la marcha de la ciudad” (La Calle, 1970: 6 y 7).
¿Conocían estos datos del pasado de la ciudad?
Nos volvemos a encontrar en una semana para seguir descubriendo más historias de Concordia y la región.
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