En el día del Amigo
A esos que me acompañan,
me pelean, me aman
y me vuelven a amar,
que me quieren sonriendo,
que me ofrecen su tiempo
su cerveza y su pan.
A esos que me frecuentan,
me defienden, me muestran,
que camino tomar,
que me dan su dinero,
que me prestan sus sueños
cuando quiero soñar.
A esos que me serenan,
me comprenden, me frenan
si es que corro hacia el mal,
que me brindan abrazos
que me siguen los pasos
solo por amistad.
A esos que me suturan,
me valoran, me auguran
un mañana ideal,
que me alegran el día,
que me arreglan la vida
en la mesa de un bar.
A esos que me respetan,
me estimulan, me retan
si me ven aflojar,
que me esperan alertas,
que me abren las puertas
para ir a jugar.
A esos que me deleitan,
me palmean, me tientan,
con un rayo de sol,
que me intentan salvado,
que me llevan guardado
dentro del corazón.
A esos quiero decirles,
por si muero, o me olvido,
que me siento orgulloso
por tenerlos de amigos.
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Cuando el sol del corazón desaparece,
por los tercos nubarrones del dolor,
surgen ellos y se ocupan de la falta,
con el brío sanador de un apretón.
Son mis fieles compañeros de delirios,
portan todo lo eficaz de un elixir,
el infierno de la muerte será tenue,
si es que ellos me vienen a despedir.
Si camino el sendero equivocado
o mi rumbo tiene un loco proceder,
ellos hacen de mi noche una mañana
y me ayudan con la gracia de volver.
Como dijo el gigante Atahualpa,
son yo mismo pero con distinta piel,
son borrachos generosos que me brindan,
su buen tiempo su alimento y su Malbec.
Por supuesto, platico de mis amigos,
dioses locos con rutinas sin razón,
entrañables, con los que la vida muestra,
su costado iluminado con amor.
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Para que contarlos, si cuento con ellos,
para que extrañarlos, si viven acá,
para que pintarlos, si son coloridos,
para que seguirlos, si me andan atrás.
Para que cubrirlos, si son mi cobija,
para que invitarlos, si están por llegar,
para que curarlos, si son curadores,
para que buscarlos, si nunca se van.
Para que matarlos, si son inmortales,
para que frenarlos, si van a seguir,
para que cambiarlos, si son necesarios,
para que asediarlos, si van a cumplir.
Para que pedirles, si me viven dando,
para que encerrarlos, si son libertad,
para que salvarlos, si son salvavidas,
para que liarme, si son mi mitad.
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Los amigos se entregan al culto, de seguirse los pasos por siempre,
sin que importe que diga el sendero, ni el acoso cruel de la muerte.
Aunque sea quimera el reencuentro, ellos siempre esperan y esperan,
pues conocen las leyes que rigen, las cruzadas de almas gemelas.
Los amigos no saben de excusas y se dicen las cosas sin vueltas,
se reprochan, se escuchan, se cuentan, se pelean, se van y regresan.
La distancia no puede con ellos, ni la marcha dañina del tiempo,
Si se caen, se ayudan, se elevan, en el vuelo vital de los vientos.
Los amigos se expresan sus sueños, sin que importe si se hacen reales,
ellos saben morder las mentiras y escupirlas cual crueles verdades.
Cuando el terco camino se abre y se eligen distintos destinos,
la nostalgia los une en las noches, en la luz que reflejan los vinos.
Los amigos se cuidan la espalda, porque allí es donde nacen las alas,
Los amigos se abrazan tan fuertes, que sus sombras se quedan pegadas.
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Con amigos, no hay vacilaciones,
boliches cerrados, ni plata que valga,
no hay sondeos, maniobras dolosas,
preguntas capciosas, ni tiro en la espalda.
No hay envidias, no hay vinos amargos,
abrazos espurios, ni cuentas pendientes,
no hay pecados, verdades a medias,
debida obediencia, ni pugnas por bienes.
Con amigos, no hay golpes bajos,
caminos agrestes, ni tiempo perdido,
no hay fronteras, asados quemados,
oscuras razones, ni fruto prohibido.
No hay peleas que sean perennes,
secretos guardados, ni sueños truncados,
no hay desaires, sonrisas precarias,
forzados cumplidos, ni campos minados.
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