Encuentro en el aeropuerto
Sucedió un viernes de primavera del año 2022, en el Aeropuerto “Comodoro Pierrestegui”, un lugar cuya ubicación era bien conocida por cualquier concordiense aunque jamás haya subido a un avión. Saliendo para el norte, pasando el Autódromo y el Club de Profesionales estaba el Parque Liquidambar. Lo atravesaba un camino angosto, asfaltado, escoltado por dos hileras de añejos eucaliptos que se abría a la derecha. Luego de una hondonada marcada por un pequeño curso de agua, el camino desembocaba directamente en el playón de estacionamiento del Aeropuerto de Concordia.
Había nacido como Aeródromo. El cartel original de bienvenida junto al embanderado mástil seguía dando cuenta de ello. En la entrada, otro cartel (algo oxidado) mostraba con orgullo el posterior cambio de categoría a Aeropuerto. Pero el celular, en un alarde de objetividad, lo volvía a considerar solamente como un Aeródromo. Tristemente, tenía razón. Cualquiera podía intuirlo. A pesar de sus antiguas pero prolijas instalaciones y de permanecer siempre operativo para los procedimientos del INCUCAI, visitas de funcionarios y reabastecimiento de combustible ya casi nadie recordaba en qué año había despegado el último vuelo regular.
Pero no cualquier concordiense sabía quién había sido el Comodoro a quien el Aeropuerto debía su nombre. En general, aún hoy, muchos desconocen que hay varios conciudadanos en las filas de la Fuerza Aérea como ser el Vicecomodoro (RE) César Larripa y el Comodoro (RE) Héctor Fernando Ferrera (Exploración y Reconocimiento, paracaidista y fotógrafo aéreo). También pilotos de excelencia y gran trayectoria como el Brigadier Hugo Dirié, el Vicecomodoro (RE) Alfredo Bredeston (Héroe de Malvinas) y anteriormente, el mismísimo y tal vez más conocido, Comodoro Juan José Pierrestegui. Actualmente, las nuevas generaciones mencionan también al Comandante Antoine de Saint-Exupéry ya que, indudablemente, ambos forman parte de la historia aeronáutica de la ciudad. Justamente fueron ellos quienes protagonizaron un encuentro, muy particular por cierto, aquel mediodía del año 2022.
Obviamente no fue un encuentro en persona. Ambos ya habían fallecido. Además, Saint- Exupéry había precedido a Pierrestegui en un cuarto de siglo. Veinticinco años, un océano y más de una guerra, los habían mantenido separados. Sin conocerse. Sin embargo, ambos (cada uno en su tiempo) habían estado sobrevolando un lugar en común: la Argentina. Más específicamente, la ciudad de Concordia.
Haciendo uso de cierta licencia literaria, se podría mencionar incluso ciertas similitudes en sus respectivas trayectorias como pioneros de la aviación. Prescindiendo del rigor histórico de una biografía, podrían ser resumidas así:
* Saint-Exupéry nació en el año 1900, en Francia. A sus veintipico decidió ser piloto de avión. No había cumplido aún los cuarenta y cinco cuando murió en su ley. Volando para su país, en misión de guerra.
* Pierrestegui nació en el año 1925, en Argentina. A sus veintipico ya era piloto y a sus cuarenta murió en su ley. Volando en una exhibición acrobática de las que solía organizar para promocionar la actividad aérea. Fue en su país, en la ciudad de Olavarría.
O tal vez, se podría decir de otra manera:
* En 1930, cuando Pierrestegui empezaba a cursar el primer grado en la escuela Velez Sarsfield, Saint-Exupéry ya era piloto y además, directivo (Jefe de Tráfico) de la Aeroposta Argentina S.A. Llegó a Concordia con la misión de instalar una cabecera en la ciudad para lo cual contaba con el apoyo entusiasta de Don Alcides Zorraquín, del Sr. George Fuchs y de otros influyentes personajes como por ejemplo los dueños del Hotel Imperial que ofrecieron sus instalaciones para las reuniones que hiciesen falta.
* En 1944, cuando Pierrestegui recién empezaba su carrera de piloto en América del Sur, Saint-Exupéry era derribado en Europa en el contexto de la Segunda Guerra Mundial.
La historia de lo que pasó después de aquella reunión en el Hotel Imperial es larga. “No tenía ni idea”, diría más de uno si la leyera en profundidad (empezando por el fracaso de la misión). Pero la idea no es ahondar en ella en este momento. Simplemente y a groso modo, se podría decir que Saint-Exupéry y sus colegas franceses se retiraron de Sudamérica por falta de rentabilidad.
Entre Ríos seguía siendo una provincia semi aislada (sin puentes ni túnel), condenada a los lentos trasbordos en Ferry. Como alternativa aparecieron los lujosos barcos de pasajeros. Después, los poderosos hidroaviones, hasta que también dejaron de ser rentables.
Los aviones modernos eran menos costosos, pero necesitaban pistas de aterrizaje. No alcanzaba la pequeña y antigua pista de Colonia Yeruá que había sido usada en la década de 1940 (entre la era de los barcos y la de los hidroaviones) por LADE (Línea Aérea del Estado, la línea de transporte de pasajeros de la Fuerza Aérea que subsiste hasta la fecha y que casualmente estuvo presidida hasta hace pocos meses por el Brigadier Hugo Dirié).
Ante la necesidad de una pista adecuada, la Cámara Junior de Concordia (una organización de carácter internacional que en Argentina dependía de la Federación Nacional de Jóvenes Líderes y Emprendedores), conformada por voluntariosos miembros, con Salvador Carubia como presidente, aceptó el desafío y no solo logró construir el Aeródromo sino que lo hizo en tiempo récord (menos de cuatro meses). Su pista, si bien era de tierra (y recién sería asfaltada en septiembre de 1968), cumplía los requisitos para que un moderno Avro 748 de Aerolíneas Argentinas pudiera hacer hasta dos vuelos semanales a Buenos Aires.
Lo llamaron “El Espinillar”. La inauguración fue 26 de agosto de 1962 y fue toda una fiesta. La comunidad toda había colaborado de alguna u otra manera. Y estaba allí para ver el fruto de su esfuerzo.
Basta con leer lo que escribió el diario Clarín: “Concordia tiene su aeropuerto. Es la hazaña de un pueblo que se resistió a ser condenado a ser isla (…) y lo consiguió al impulso extraordinario de la Cámara Junior, puñado de voluntades para emular”.
Vale recordar también parte del discurso del Vicepresidente de Aerolíneas Argentinas, Brigadier Ernesto Mirant Borde que dijo: ”… más que pista, el Aeropuerto El Espinillar es una realidad nacional… la labor de la Cámara Junior de Concordia enaltece a sus integrantes… y destaca la participación de autoridades y pueblo en general que dieron algo de si, comprendiendo la necesidad humana y el carácter social de esta obra, volcándose a ella con todo desinterés y desprendimiento”.
Fue una fiesta. Literalmente. Incluyó un show aéreo nunca visto antes (ni después) a cargo del entonces Vicecomodoro Pierrestegui, la Escuadrilla Mentor, los paracaidistas, los Gloster y su ballet del aire. Asombrosas maniobras que pintaron estelas en el cielo y dejaron sin aliento al asombrado público. Sin dejar de mencionar que hasta el flamante Avro que había traído a las autoridades y prensa capitalina fue bautizado ese día con el nombre de “Ciudad de Concordia”.
Tres años después, Pierrestegui perdía la vida en un show acrobático parecido, en Olavarría. Al año siguiente (1966) y a modo de homenaje póstumo, se le impuso su nombre al Aeropuerto de Concordia.
En 1994, al cumplirse los 50 años de la desaparición de Saint-Exupéry y a pesar de que el piloto francés nunca había aterrizado en el Aeropuerto “Comodoro Pierrestegui”, se colocó allí una placa conmemorativa, justo al costado del camino que comunicaba la sala de embarque con la pista. Estaba enclavada en una gran piedra milenaria de las que abundan por esas tierras y nunca dejó de estar rodeada por prolijas plantas de lavanda y otras flores.
El encuentro del que habla el título que encabeza estas líneas, se había dado justamente allí, cuando dos avionetas privadas con un puñado de pasajeros (algunos de habla francesa) que recorrían las rutas aéreas de los pioneros de la Aeroposta Argentina, aterrizaron en el Aeropuerto que recordaba al Comodoro y gran piloto concordiense, a pocos metros de aquel modesto pero cuidado monolito que recordaba al escritor, Comandante y gran piloto francés .
Un encuentro simbólico, efímero, sin periodistas, sin discursos. En el antiguo Aeródromo, que luego de prestar servicio a lo largo de seis décadas sería reemplazado en breve por uno más moderno.
Seguramente ambos aviadores habrían alabeado sus máquinas en respetuoso saludo al colega.
Fuentes:
“Desde la segunda guerra mundial hasta los cielos de Concordia” (avalado por el Instituto Nacional Newberiano), por Pedro Garayalde (2006)
“Comodoro Juan José Pierrestegui”, por Raúl Horacio Peñafort para El Heraldo (2019)
“Aeródromo El Espinillar, hoy Aeropuerto Comodoro Pierrestegui”, por Raúl Horacio Peñafort para El Heraldo (2019)
Artículos periodísticos varios de época, del archivo de Edgardo Luis Palauro.
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