Es mas peligroso un pibe que piensa que un pibe que roba
Esa frase la dijo, hace ya varios años, César González, en una nota que brindó a Página 12. El diario se había interesado por su historia en la que recorrió el maravilloso camino, desde el estigma de ser un “pibe chorro” a su fascinación por la poesía, que luego fue estudio de Filosofía y Dirección de cine.
El muchacho nació en la Villa Carlos Gardel, y como todos los pibes de la Villa sobrevivió al hambre, la violencia, el frío y el abandono, a la niñez descalza y la panza hinchada. Los niños de la villa sobreviven. Ni piensan, solo sobreviven, ni se preguntan, porque tienen que ver cómo comer, día a día en un paisaje de desvalimiento, y miseria, ni se interrogan, sobre la injusticia, ni el hambre, ni la desigualdad, porque los habitan las urgencias y la desesperación cotidiana. El escenario de la adolescencia es la ranchada, la banda, grupos de socialización, la droga es la evasión del dolor y el robo la subsistencia. Y así fue para César, no sabía nada, no se preguntaba nada, se reducía su mundo a un escaso vocabulario delictivo, “vamos a chorear”,” consigamos drogas”,” cuidado que viene la yuta”, pocas palabras, signos operativos, contraseñas insuficientes para simbolizar una realidad traumática. Los enfrentamientos con la policía dejaron en su cuerpo, a los 16 años, cinco agujeros a los que sobrevivió milagrosamente cuando ingresó a la cárcel. ¿Sabés las historias iguales que he escuchado en el Penal?, trabajé 20 años escuchando las mismas tragedias: familias destrozadas por la miseria y la exclusión social, padres ausentes, madres abandónicas, alcoholismo, violencia, soledad, abandono, hambre, calle, resentimiento, delito, cárcel!, un derrotero mortífero que se repite invariablemente en la vida de los jóvenes pobres, excluidos, hacinados en las penitenciarías de Sudamérica. Porque ya sabemos que la cárcel es un depósito de pobres, de los deshechos que expulsa el sistema capitalista. Así estaba César González, encerrado, sobre-muriendo, cuando le dijeron que iban a dar un taller de magia. Se anotó para matar el tiempo. El mago que daba el taller comenzó, a pesar de la apatía de César, a mirarlo con interés, incluso con ternura. Comenzó a llevarle libros, para que lea. Sin dejar de sorprenderse y preguntarse qué querría de él ese gil, César comenzaba a hojearlos. En cada clase, el mago le preguntaba por sus lecturas. César ni se acuerda cuando, pero en algún momento Kafkiano, no podían arrancarlo de esas lecturas, ya apasionadas, en las que consumía esa duración indefinible, que es el tiempo tras las rejas, y ni se dio cuenta cuando, empezó a conversar con el mago sobre Rodolfo Walsh, del Che, de Camilo Cienfuegos, de Boudelaire…de “Vigilar y castigar” que leyó en una oscura y húmeda celda, en un buzón. Un mundo se le abrió a César a través de la literatura, y ya no sólo leía, también garabateaba sus primeros poemas, aquellos sueños escritos que desestimó la Psicóloga del Penal. Cuando le dijo “Aprende un oficio para trabajar cuando salgas, déjate de pavadas”, le dijo eso, más o menos. El mago lo alentaba y César seguía escribiendo, leyendo y pensando, y como un “vómito de libertad” dice, vinieron las preguntas que nunca se había hecho: ¿Por qué nací en una villa? ¿Por qué tuve que ser pobre? ¿Por qué tuve que nacer en un contexto de mierda? ¿Por qué tuve que conocer la cocaína a los 8 años? ¿Hubiese terminado en una celda si no hubiese nacido en una villa? ¿Qué hubiese pasado si hubiera nacido en otro contexto?, esos interrogantes comenzaron a asediarlo, a obligarlo a pensar, que es lo mismo que preguntarse y dialogar con uno mismo, y a dudar de todo, y a entender que para un sistema que embrutece y encierra a los jóvenes, es “más peligroso un pibe que piensa que un pibe que roba”, que no es casual el Tik Tok y la tv como recurso de vaciamiento de la inteligencia, del automatismo repetitivo de las ideas de otros, de lograr que millones persigan como detectives la horrorosa desaparición de un niño, de convertir en un show el espeluznante drama de la trata, a, sin solución de continuidad, irreflexivamente, convertirse en los fiscales de Venezuela, sin saber nada, sin leer nada, sin preguntarse nada, según los dictados hipnóticos de los medios oligopólicos, para que en el medio, la Patria sea entregada sin resistencia, sin tener ideas, sin pensar. Claro que si un pibe, o un adulto pudieran pensar críticamente, la Patria no podría venderse. Por eso quieren jóvenes, niños incluso, tras las rejas y no inteligentes y llenos de ideas e imaginación. Por eso quieren bajar la edad de imputabilidad. César hizo una revista en la cárcel: “¿Todo piola”?, y se animó a publicar su primer libro, “La venganza del cordero atado”, con el seudónimo de Camilo Blajakis, todo un símbolo para su nueva vida de poeta, Camilo por el revolucionario cubano, Camilo Cienfuegos y Blajakis por el sindicalista asesinado por su lealtad a los trabajadores, su firma sostenida en significantes ideales de la transformación, personal y social, aquello que logró cuando pudo, por fin, salir del Penal, escribir poesía, dar talleres en su barrio, estudiar filosofía, dirigir películas. Nuestros jóvenes necesitan que los formemos en el pensamiento, en el arte, en la poesía, necesitan familias que los cobijen con amor, seguridad, confianza en sí mismos, necesitan que construyamos un mundo de oportunidades, de realizaciones y no de padecimientos y desdichas, porque nadie nace delincuente, ni “pibe chorro” naturalmente, sino condenado por un sistema injusto y desigual, no nos hace falta, por eso, encerrarlos y castigarlos en las cárceles, embrutecerlos y bestializarlos, hace falta justicia social para que todos puedan encontrar, como César, como Camilo Blajakis, la poesía, el amor y la ternura, la realización de sus sueños y proyectos, en un mundo que los incluya a todos. Les comparto un poema de César González de su libro “La venganza del cordero atado”.
BUZONES
Desazón, impotencia que quema, moretones. La celda es hermética, no penetran los sonidos
Nervios, ganas de fumar, desesperación, odio. Nombre, apellido, delito. Contesto por vigésima vez en el día. ¿ A quién le importan los sueños?,¿ qué pueden cambiar?.¿ Acaso los verdugos no sueñan también? Los guevaristas lo menos que tienen es la sensibilidad del che. Me dicen que la salida es la revolución, yo en la revolución veo sangre, yo en esa sangre veo dolor. Dolor es lo que yo siento y no se lo deseo a nadie. Pero a nadie. Desnudo, temblando…frio…mucho frio. Los golpes van dejando de doler, para empezar a quemar. Rezo que se hayan cansado de pegar. Quieren hacerme un monstruo, pero yo soy poeta. Podría ansiar matarlos, pero prefiero escribir. La puerta sigue ahí…cerrada. La libertad sigue ahí…ausente.
Camilo Blajakis.
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