Frente al angustiante derrotero que el hombre transita en la vida camino a la muerte, hay artistas que exploran atajos a fin de soportar en medida más admisible el desasosiego imperante.
En ocasiones se discurre desde el sentimiento y en otros se bucea en el alma tratando de desentrañar que misterios gobiernan los deseos humanos. A veces se lo intenta encontrar en los desafíos colectivos. En las ilusiones conjuntas. En los condicionantes, que gobiernan más que las intenciones. En la toma de conciencia frente a la realidad.
Entonces, a partir de allí, el artista se ilusiona. Almacena los deseos, convoca a las huidizas musas, hurga en su interior y desenmascara las ansiedades, los miedos y las incógnitas en procura de las respuestas que demoran en revelarse.
En el cine, el documental, al ser un “genero de multiplicidad de posibilidades”, como afirma Néstor Frenkel, es también un instrumento que al dar más espacio y no estar amarrado a un guion estricto (como usualmente sucede con la ficción) permite un desarrollo creativo que ayuda a testimoniar y dar sustento a las interpretaciones que se puedan derivar del film.
En ese sentido, el reconocido documentalista catalán, José Luis Guerín, realza el valor de las imágenes como interpelación al espectador. “Si una imagen se agota en la pantalla es un fracaso. No es más que un medio para despertar una imagen mental”, afirmó en un reportaje.
Fernando Birri, descendiente de inmigrantes italianos del Friuli nació en Santa Fe el 13 de marzo de 1925. Comenzó interesado por el teatro, luego estudió cine en el Centro Sperimentale di Cinematografía en Roma, participando como asistente de dirección de Carlo Lizzani, Vittorio de Sica y Cesare Zavattini y se relacionó con los que más adelante se convertirían en referentes del cine involucradose con la realidad latinoamericana en sus países, como Glauber Rocha y Nelson Pereira Dos Santos en Brasil; Santiago Álvarez Román y Julio García Espinoza en Cuba. Birri volvió a su ciudad natal, participó en la creación del cine club local (en 1953 y que hoy es uno de los más antiguos dentro de los que permanecen estoicos en algunas ciudades del país) y fundó la Escuela Documental de la Universidad Nacional del Litoral en Santa Fe.
No es menor recordar que mientras la Escuela funcionó contó con un plantel de docentes brillante, entre los que se destacaban los escritores Ernesto Sábato, Juan L. Ortiz y Ernesto Schoo; los críticos de cine Salvador Samaritano (que casi contemporáneamente al nacimiento del cine club de Santa Fe, creara en Buenos Aires, el cine club Núcleo), Agustín Mahieu y el director de cine José Martínez Suárez.
Birri incursionó en el cine documental para testimoniar y denunciar la realidad. Para mostrar las cosas tal cual son. Para dar evidencia a fin de poder tomar conciencia de esa realidad. Por algo propugnaba “un cine nacional, realista y crítico. Después agregamos popular”.
Pero Birri utiliza el espacio que forja el lenguaje del documental para darle forma subrepticiamente a una obsesión permanente: la poesía. Y a partir de ello, la búsqueda de la Utopía. Decía, como su amigo Eduardo Galeano que “la utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos, y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía?. Para eso, sirve para caminar”.
Birri, en 1960 realizó su primer mediometraje, “Tire Dié” junto a sus estudiantes de la Universidad del Litoral, lo denominó “película-escuela”, porque “la enseñanza debía ir vinculada a cada eslabón del proceso de hacer cine”. Lo filmó, con medios precarios, entre las 4 y 5 de una tarde de primaveras, veranos, otoños e inviernos de los años 1956, 57 y 58, a la vera de las vías del tren, al final de la calle General López, en Santa Fe, donde se asentaba una barriada de casas precarias, y cuando el tren avanzaba por un puente de dos kilómetros de largo a paso de hombre, los chicos lo hacían a la par del tren, pidiendo una moneda de diez centavos (que equivalía a una comida en esos tiempos) a los pasajeros, diciéndole “tire dié”.
Se la ha considerado a “Tire Dié”, como un filme-colectivo apuntando a una de las ideas fijas que tenía Birri, a la que consideraba como una de sus obsesiones: el cine como arte-colectivo. Y la crítica lo ha sindicado como incurso en la búsqueda de una identidad nacional realista y crítica. Asimismo, se la considerado como la película inicial del “Nuevo Cine Latinoamericano”.
Evidentemente la estancia de Birri en Italia y su contacto con el neorrealismo (al que Birri lo definió como que era “antes que un estilo cinematográfico, una actitud moral”) lo motivó a reflejar la situación de marginalidad y pobreza de su Santa Fe natal, en el mismo sentido que Luis Buñuel, al momento de realizar “Los olvidados” (1950), sobre la misma marginalidad y pobreza, pero en los suburbios mexicanos, habló de “el cine, es un instrumento de poesía”. “Tire Dié” (1960) recibió el premio del jurado de la Crítica en el Festival de Cine de Mar del Plata y el Gran Premio del Jurado del Festival de Cine Documental de Montevideo.
Birri afirmó que “Tire Dié”, era una especie de exploración de campo que más tarde se va a traducir en la base de la película de ficción que realizó a continuación, “Los inundados” (1962).
“Los inundados” está basada en un cuento homónimo de Mateo Booz, que se encuentra en su libro “Santa Fe, mi país”. Birri con Jorge A. Ferrando realizaron el guion de la historia de una familia santafecina que vive a orillas del Salado soportando las inclemencias de las habituales inundaciones. La música de la película es de Ariel Ramírez y Birri, en consonancia con el neorrealismo utilizó actores no profesionales. “Los inundados” obtuvo el Gran Premio del Jurado en Karlovy Vary, ciudad que en esos años pertenecía a Checoeslovaquia y realizaba un importante festival internacional de cine que, se desarrollaba en forma bianual intercalándose con el Festival internacional de Cine de Moscú. También fue premiada en Venecia y México.
Luego que, en 1963, la censura prohibiera “Los 40 cuartos” (1962) de Juan Fernando Oliva, un alumno y colaborador de Birri, una película producida por el Instituto de Cinematografía, documental sobre la vida de habitantes de un conventillo que se ubicaba en la intersección de las calles San Luis y Catamarca de Santa Fe, Birri se exilió en Roma colaborando con diferentes películas y proyectos.
Luego de varios años de aislamiento en los cuáles procuró una profunda introspección mientras realizaba el montaje de “ORG”, al que define como film-poema, el 15 de diciembre de 1986 junto a Gabriel García Márquez, entre otros, crea la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños en Cuba, al sudoeste de La Habana.
En esa Escuela que se convirtió como una de las escuelas audiovisuales más importante del mundo, se formaron algunos de los directores de cine de América Latina, Asia y África, principalmente (el nombre que se había pensado originalmente era el de Escuela de los Tres Mundos, por esas regiones del globo), pero también pasaron por sus aulas, otros consagrados como George Lucas y Steven Spielberg.
Fue muy conocida la versión que Gabriel García Márquez, en vida, se resistía a que sus cuentos o novelas fueran llevadas a la pantalla. Pero la amistad que tenía con Birri, le permitió a éste realizar “Un señor muy viejo con unas alas enormes” en 1988. García Márquez lo había escrito en 1968 y fue publicado en el libro “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada” en 1977 e inmerso del realismo mágico del autor, un ángel baja a la tierra y no es respetado ni comprendido por el pueblo.
En 1999, Birri realizó “El siglo del viento” basado en “Memorias del fuego” de Eduardo Galeano, quién es el autor del guion y el relator del documental. En ese mismo año, a los 30 años de la muerte de Ernesto “Che” Guevara, realiza “Che: ¿muerte de la utopía?, desafiando a los tiempos presentes, preguntando qué significa el Che en el mundo y qué cosa se entiende por la utopía. Para eso recurre a testimonios de personalidades como Manuel Antin, Osvaldo Bayer, Eduardo Galeano, Hebe de Bonafini, Pino Solanas, Manuel Vargas Llosa, el periodista Ignacio Ramonet y el compañero de viaje del Che por Sudamérica Alberto Granado. Además, las enfermeras bolivianas que participaron de tratar el cadáver del Che.
Antes, Fernando Birri había realizado películas sobre Rafael Alberti en “Rafael Alberti, un retrato del poeta” (1983), la familia del Che en “Mi hijo del Che – Un retrato de familia de don Ernesto Guevara” (1985), y otras. Su última realización fue “El Fausto criollo” (2011), basado en la obra del escritor Estalisnao del Campo. Fue filmada en Santa Fe y en el elenco participó Fito Paez.
Su figura y su rastro ha sido reconocido y premiado. En 1986 había recibido el Premio Coral de Honor en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana y en 2006 se lo declaró “Embajador Cultural de la Provincia de Santa Fe” y el presidente Lula conjuntamente con su ministro de Cultura, Gilberto Gil le entregaron la Orden de Mérito Cultural del Gobierno de Brasil. Y en 2010 la Asociación de Cronistas Cinematográficos de Argentina le concedió el Condor de Plata a la trayectoria.
Birri donó al Gobierno de la Provincia de Santa Fe su “rancho” “Sapukay” ubicado en San José del Rincón a 7 kms. de la capital santafesina y hoy es un espacio cultural donde se llevan a cabo propuestas lúdicas y pedagógicas con fuerte impronta de alfabetización audiovisual. En ese ámbito, comienza el documental “Ata tu arado a una estrella” (2017), dirigido por Carmen Guarini, productora conjuntamente con Marcelo Céspedes de algunos films de Birri, en el cual la directora magistralmente realiza un retrato íntimo, honesto y absolutamente entrañable de Birri, además de sus reflexiones sobre la vida, la resistencia, la poesía y la utopía.
Hay en el documental, testimonios de Ernesto Sábato, León Ferrari y Osvaldo Bayer y un asado notablemente divertido en el cuál Birri le cuenta a sus amigos el festejo carnavalesco que espera para su funeral. Hay discursos al momento de la inauguración de la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños y una recorrida por las aulas de la escuela. La última parte del film transcurre en el departamento de Birri en el Trastevere romano. Invita a Guarini a recorrer las habitaciones en un “viaje alrededor de la casa” simultáneamente con un viaje a su memoria. Muestra sus premios, sus libros, sus obras de arte y se vuelve a hablar de cine, exilio y utopía.
Fernando Birri termina hablando de memoria y no es casual ni menor su referencia. Desechar a la memoria compromete el presente. Asimismo, siempre ha evidenciado su amor por el cine y se ha mantenido fiel a sus ideas y a su compromiso social, rescatando los valores que reconocía primordiales. De forma tal que escribió: “Ya no se más dónde empieza la palabra cine/y dónde termina la palabra vida/tampoco sé más dónde termina la palabra poesía/y dónde empieza la palabra revolución”.
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