Takumi, un sencillo y hermético leñador corta leña en las afueras heladas de su casa y recoge agua de deshielo de un pequeño arroyo para llenar unos recipientes que, junto a su amigo Takahashi, lleva hasta su camioneta, a través de un bosque helado. Se detienen para recoger plantas de wasabi, para el restaurant donde trabaja Takahashi.
Son los alrededores de un pequeño pueblo ficticio, Mizubiki, ubicado cerca de Tokio, en una mañana fría de invierno. Repentinamente, Takumi recuerda que debe recoger a su hija Hana de la escuela, mientras se escucha la música de la cantautora japonesa Ekio Ishibashi colaboradora, además, con el director de la película Ryûsuke Hamaguchi, del guión del film.
Es el inicio de “El mal no existe” (2023), película que obtuvo el Premio Especial del Jurado, además del de la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica (FIPRESCI) en Venecia y de numerosos premios en otros festivales.
La historia continúa con un paseo de Takumi y su hija por el bosque disfrutando la flora (“los pinos son rojos, los alerces son negros”, dice Hana demostrando su conocimiento gracias a sus recorridos habituales entre padre e hija), la fauna (el comportamiento de los ciervos salvajes, la predilección de éstos por las hierbas tiernas, el riesgo que implica la presencia de los cazadores furtivos certificada por detonaciones de armas de fuego y el descubrimiento del cadáver de un animal) y la delicada naturaleza preservada. Un delicado travelling del director acompaña el recorrido, hasta que el padre descubre la pluma de un faisán que recogen para luego entregarle a Suruga, el viejo sabio de la aldea que es el reconocido conocedor de la zona.
Se está en los prolegómenos del nudo temático del film. En pocos días habrá una asamblea en la comunidad para debatir sobre la posibilidad de convalidar un proyecto de glamping (neologismo del idioma inglés derivado de glamour más camping), innovación turística para convocar visitantes en un lugar campestre con la comodidad de los hoteles de categoría.
La asamblea es el escenario en el cual los vecinos argüirán respecto al avance de la modernidad frente al acervo tradicional, entre el desarrollo económico y la claudicación de la naturaleza. El director Hamaguchi ha declarado que se basó en una discusión real que se produjo en el área donde vive la compositora Ekio Ishibashi, respecto a la iniciativa empresarial de ubicar un glamping en esa zona, como atractivo turístico que, lógicamente, conlleva la modificación del entorno natural, como la contaminación del agua de las cuencas hídricas, algo que el director lo remarca al contrastar con lo diáfano y puro del agua que recoge el protagonista al inicio del film.
Cuenta Hamaguchi que después de trabajar con la compositora en “Drive My Car”, su multipremiada película, fue convocado por ella para concertar trabajos visuales en sus actuaciones musicales en vivo. Ella vive en una casa rodeada de naturaleza y en los días previos al rodaje de esa película en el centro comunal tuvo lugar una discusión sobre la posibilidad de aceptar la presencia de un proyecto de glamping para atraer visitantes que desean acampar con todas las comodidades de un hotel, algo que terminó ocupando un lugar central en “El mal no existe”.
Este film genera reflexiones que, intencionalmente, provoca el director. Responde en un reportaje: “Me preguntan a menudo si he querido reflejar en esta película el enfrentamiento entre la civilización y la naturaleza. Yo creo que no son dos conceptos que estén enfrentados, porque la naturaleza existe y la civilización es un ‘constructor’ artificial que hemos creado nosotros. Y el capitalismo, lo único que hace es anular al ser humano y degenerar nuestro mundo. En Japón mueren personas por exceso de trabajo, qué más peligroso puede ser que eso”.
Ryûsuke Hamaguchi nació en 1978 en Kanagawa, la prefectura más numerosa después de Tokio, y cercana a esta capital. Ha cimentado una filmografía sólida y reconocida mediante premios en varios festivales.
Luego de incursionar en la publicidad, Hamaguchi participó con su película de graduación, “Passion” (2008) en el Tokyo Filmex (el festival de cine creado por Takeshi Kitano que desde 2000 ha premiado a numerosos directores consagrados como el tailandés Apichatpong Weerasethakul). En 2013, realizó “Voices from the Waves”, documental sobre los sobrevivientes del terremoto y tsunami de Japón de dos años antes.
Su siguiente película “Happy hour” (2015), es una película de improvisación, basada en un taller de actuación de creatividad espontánea, condensado en más de cinco horas de duración, con cuatro actrices que no tenían experiencia previa en pantalla grande y por esta actuación ganaron el premio a la Mejor Actriz y el propio Hamaguchi el de Mejor Guion, en el Festival de Cine de Locarno, Suiza.
“Asako I &II” (2018) es una indagación respecto a los complejos mecanismos del entrecruzamiento entre amantes. Asako, una joven de 21 años, la protagonista se ve envuelta en una relación amorosa con un joven, Bakú, que desaparece. Y luego, otro muchacho, Ryohei, muy parecido fisicamente (¿o el mismo?) aparece en su vida y remueve todos sus sentimientos. La película fue presentada en el festival de Cannes.
“La rueda de la fortuna y la fantasía” (2021) obtuvo el Oso de Plata en el Festival Internacional de Cine de Berlín. Película coral, integrada por tres historias, en un guion firmado por el propio director, inspiradas en el azar y relaciones mágicas, es tributaria del cine de Eric Rohmer y de su admirado Wong Kar-War. Es un nuevo acercamiento al universo femenino. En la primera, dos mujeres mantienen un extenso diálogo, al bordo de un taxi, rememorando la historia de una de ella con un amante, transformando a los hombres en secundarios. En la siguiente, es la venganza de un ex alumno respecto a un profesor por la relación de éste con una alumna. Y el tercero, una mujer cree ver a una compañera de la escuela que hacía dos décadas, no veía.
La notable adaptación de tres cuentos de “Hombres sin mujeres” de Haruki Murakami, “Drive My Car” (2021) obtuvo el Premio Oscar al Mejor Film en Idioma Extranjero, además del Premio al Mejor Guion en el Festival de Cannes y 95 premios más en distintos festivales.
Un actor y director de teatro descubre, sin dejar evidencia de ello, que su mujer lo engaña con su colaborador habitual. Más adelante, convocado por ella se dirige a su casa, y al llegar la descubre muerta por una hemorragia cerebral. Dos años después se dirige a una residencia en Hiroshima para dirigir una adaptación de Tio Vania de Chejov.
La compañía de teatro le asigna una joven para que le conduzca su propio automóvil, un Saab 900 rojo, en todo el tiempo que se encuentre afectado a la obra. El director se reencuentra con el colaborador que no le confiesa la relación sexual que mantenía con su esposa y una sucesión de hechos se van sucediendo, mientras gran parte del film transcurre en largos recorridos en el auto con su conductora, visitando incluso, la casa de la infancia del director.
El título “Drive My Car” es, posiblemente, también un homenaje a The Beatles. El tema musical forma parte de Rubber Soul, disco de 1965 y en el cual también se encuentra el tema “Norwegian Wood”, denominación que Haruki Murakami (admirador de los músicos ingleses) le dio a su novela de 1987 que en estos países se conoce como “Tokio Blues”.
Ryûsuke Hamaguchi ha reconocido influencias de Eric Rohmer, Jacques Rivette, Kiyoshi Kurosawa (su profesor de cine), (“el punto de inflexión más importante para convertirme en director fue ver a John Cassavetes”) y Akira Kurosawa, con el que se lo compara frecuentemente. “Oir mi nombre en la misma frase que el de Kurosawa me incomoda”, ha afirmado Hamaguchi.
El magnetismo de los tiempos vivos en sus largometrajes; el recorrido en rutas y calles, mostrados desde autos que trasladan a personajes que discurren sobre el amor, la vida y la naturaleza; la música incidente, melancólica y efectiva, de los films de Hamaguchi, lo convierten en una referencia imprescindible del cine contemporáneo.
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