La escuela ha sido, desde siempre, además de una institución educativa, un ámbito formativo, integrador, cultural y en algunas sociedades, como la argentina, incluso un lugar donde se procura la alimentación de vastos sectores de niños y jóvenes.
Por otra parte, en cierta forma, es la entrada a la sociabilización de los educandos. En ese sentido, está íntimamente relacionada con los vaivenes y circunstancias que influyen e imprimen coerción a la sociedad. Y por lo tanto, incluida en el contexto y espacio histórico oportuno.
En ese deambular en consonancia con el de recorrido de la sociedad, la escuela, los docentes, los directivos, los alumnos y los padres de éstos, han ido adecuándose a los tiempos. Hay situaciones que son propias de cada comunidad y atinentes a su idiosincrasia y realidad. Pero, hay otras que son genéricas, análogas y transversales. No deja de ser la escuela, en sus estamentos y niveles, un espejo de los comportamientos y complejidades que se articulan en la sociedad.
“Sala de profesores” es una película alemana del director de ese origen con ancestros turcos Ílker Catak. Aborda a las intenciones y acciones que la profesora de Matemáticas y Educación Física Carla Nowak (Léonie Benesch, que había sido una de las protagonistas de la extraordinaria película de Michael Haneke, La cinta blanca) lleva adelante cuando uno de sus alumnos es sospechoso de robo.
La protagonista, imbuida de un idealismo integracionista, con características lúdicas y empáticas, trata de avanzar en la detección de las motivaciones del accionar del presunto responsable, en el marco de una escuela con características multiétnicas, manteniendo el objetivo de no dañar ni agredir.
El recinto de la sala de profesores es el marco en el cual se desencadena la mayor parte de los conflictos sustanciales. Es en ese lugar, donde Carla procura conocer la identidad de la persona que está robando en el momento que no queda nadie en esa sala. Utiliza para ello, dejando su notebook con la webcam grabando en la sala de profesores y su ropa con su billetera en el bolsillo. Al regresar, descubre que le falta dinero y en la grabación observa la manga de la camisa que coincide con la ropa que ese día tenía una secretaria, madre a su vez, de uno de sus alumnos.
Ese descubrimiento termina desencadenando un gran escándalo en la escuela que, lógicamente, afecta a la secretaria, a su hijo, a la clase y a la profesora en una hipérbole que perturba las relaciones y la realidad de la institución. Agravado por el debate ético de usar una cámara oculta para verificar la realidad y utilizarla como evidencia. O recurrir a la delación de los alumnos para encontrar al culpable.
El autor del guion, Johannes Duncker se basó en experiencias de la vida real propias y las del propio director, que concurrieron a la misma escuela en Estambul. Sin embargo, la acción se lleva a cabo en una institución, la escuela Hebebrandstrabe, de Hamburgo, Alemania. De esa forma se contextualiza pero a su vez universaliza al ámbito, al considerar un establecimiento radicado en una ciudad europea, con lo significativo que para el Occidente cultural, económica y socialmente ello implica.
“Fuimos a visitar diferentes escuelas. Cada una tiene su propia política, hay centros que son muy liberales y escuelas que mantienen la ley y el orden, con tolerancia cero. Todas estas cosas permiten contar lo grande a través de lo pequeño”, ha expresado el director Ilker Catak.
El ritmo del guion que se contagia al film es, por momentos, frenético y cautivante. El desarrollo de la trama es intensa, incentivada por la cámara en mano (en sintonía con los belgas Hermanos Dardenne) y el sonido, repetitivo e inquietante de Marvin Miller, transmiten el estado de ánimo y la agonía de la protagonista, a la vez que coadyuvan a un suspenso creciente, en cierta forma, angustiante asemejándolo a un policial.
La aparente calma que reinaba en el ámbito escolar naufraga frente a la intolerancia y beligerancia qué a partir del conflicto, el cuerpo docente y directivo se expresan para el tratamiento del mismo. Esa posición es opuesta a la actitud dúctil e indulgente que tiene la profesora y crea una tensión que, en cierta medida, conspira contra la voluntad de ésta.
Así, aparecen con absoluta nitidez, el machismo, el racismo (el chico involucrado es musulmán), la homofobia y la discriminación en clases sociales. Que se terminan acreditando tanto en la actuación de los niños como también en los adultos. Y en cierta medida, la aproxima a “La clase” de Laurent Cantet.
Las reuniones que se llevan a cabo en la sala de profesores desnudan la hipocresía que la máscara de los buenos modales y cordialidad ocultaban a la ausencia de humanidad y generosidad respecto al semejante. Dos frases edulcoradas evidencian esa situación, “lo que sucede en la sala de profesores, queda en la sala de profesores”, y una, enunciada por una alumna, cuando alude al lema del periódico escolar: “Vincit omnia veritas (la verdad todo lo vence)”. Por otra parte, la madre, y empleada, involucrada en la sustracción, retrae cualquier gesto de reflexión sin interceder por encontrar un atajo que regularice la situación de su hijo, quién a su vez, lleva el conflicto hasta niveles fastidiosos.
El final deja una sensación ambivalente, pero incita a reflexionar porque, por lo pronto, la complejidad de la situación no permite distinguir soluciones apropiadas ni fáciles.
La película obtuvo cinco premios del cine Alemán, entre ellos el de Mejor Película y el de Mejor Actriz. Por otro lado, fue finalista en la competencia por el Oscar a la Mejor Película Internacional, solo superada por “Zona de Interés”, lo que no es poco decir.
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