La fábrica de los hermanos Liniers
En tiempos del Virreinato del Río de la Plata, un viaje a Europa demandaba tres meses de viaje con buenos vientos, por lo que debían almacenar una buena provisión de barricas de agua dulce y alimentos salados.
Por esa razón, el último punto de tierra firme antes de emprender el cruce del Atlántico eran las Islas Canarias, dependiendo del sitio de donde partieran. La reducida cantidad y variedad de alimentos y agua dulce que se podía transportar, hacía necesaria esta última provisión especialmente de frutas y verduras antes de emprender el cruce del Atlántico.
Un problema que surgía a bordo por carencia de alimentos frescos era el escorbuto. Esta enfermedad se caracteriza por la inflamación y sangrado de las encías, caída de piezas dentales, trombosis en brazos y piernas, anemia. Y en casos terminales ictericia, edemas y fiebre. Ya en 1579, el español fray Agustín Farfán había establecido la relación entre la carencia en la dieta de verduras y frutas frescas, en su libro “Tratado breve de Anatomía y Cirugía, y de algunas enfermedades, que más comúnmente suelen haber en esta Nueva España” La vitamina C, presente en frutas cítricas es posiblemente la primera en obtener tal denominación, ácido ascórbico. Del latín medieval scorbutus deriva el nombre de la vitamina C o ácido ascórbico.
Lo que fray Agustín Farfán había comprobado empíricamente por simple observación 168 años antes, el medico naval escocés James Lind en 1747 lo demostró con un ensayo clínico aleatorizado, o sea aplicó distintas dietas a enfermos de escorbuto, donde demostró sin duda la eficacia de los limones y naranjas en los que fueron exitosos, mientras que los que recibieron otros tipos de alimentos en cambio, no lo fueron.
Fue un gran aporte a la medicina y a la navegación oceánica el conocimiento de que llevando una buena cantidad de limones, que son los que más tiempo se conservan, conseguían el necesario aporte de vitamina C para esos largos viajes,
Fue así que los hermanos Liniers que, si bien eran franceses, por ser partidarios de la monarquía debieron asilarse en España. El mayor de ellos el conde Santiago Luis Enrique de Liniers y Bremond, coronel del Ejército Español residió sus últimos 20 años en el Virreinato del Río de la Plata dedicado al comercio, en sociedad con su hermano Santiago Antonio de Liniers y Bremond, capitán de Navío quien llegaría a ser virrey del Río de la Plata por ser el héroe de la Reconquista de Buenos Aires en manos de los invasores ingleses.
Llegaron al Río de la Plata con un permiso otorgado por el rey de España Don Carlos IV en 1790, con la idea de instalar una fábrica de “pastillas de carne” que también significaría un gran aporte a la navegación de ultramar y como provisión del ejército. Contaban a su favor la enorme cantidad de ganado vacuno que estaba disponible, sin alejarse mucho de Buenos Aires. Ellos conocían el procedimiento para la fabricación que tanto éxito tenían en Europa. Estas venían a ser un antepasado de los “calditos” tan usados hoy.
El procedimiento de su elaboración consistía en fraccionar las reses y hervirlas en grandes recipientes de cobre durante varias horas. De allí se obtenía un caldo concentrado que se enfriaba en envases de hojalata de distintos tamaños y se tapaban. Luego cuando se iban a utilizar, se ponía el contenido en agua hirviendo y se le agregaban verduras, arroz, legumbres y condimentos para preparar un estofado, guiso, salsas y sopas.
Se dieron a la tarea de conseguir un local apropiado para instalarse y encontraron uno en el Retiro donde hoy es Plaza San Martín, pero el Procurador General del Cabildo don Martín de Álzaga no se los permitió por “los inevitables malos olores y que en ese lugar se acostumbraba a lavar la ropa y los vecinos a pasear en verano”
Finalmente consiguieron una quinta en el actual barrio de Almagro y allí
comenzaron a producir sus “pastillas de carne”. Esta quinta había sido de don Isidro Lorea, y estaba ubicada “cerca de la que fue del difunto don Carlos de los Santos Valenti” O sea que entre las calles Virrey Liniers, Venezuela, Boedo y Belgrano “cercada de plantas de tuna y abundante de toda clase de á árboles frutales- manzanas, duraznos, naranjos, perales y granadas. Contaba esta propiedad con una espaciosa y confortable vivienda de material con techo de tejas y revoque de cal, que a los corredores habituales agregaba dos cuartos en alto y varias piezas anexas que servían de almacén, palomar y gallinero. Al frente de la fábrica se alzaba a ambos lados del portón de entrada principal, una sólida pared de una extensión de poco más de 50 metros de largo
la instalación de la fábrica fue un hecho de gran importancia cuya noticia fue recibida y publicada en un diario de Barcelona que en su número del 1 de octubre de 1792 anunciaba “el establecimiento de pastillas de substancia que de orden de SM se ha hecho a la provincia de Buenos Ayres para uso de la marina”
Fue precisamente el gobierno de SM quien compró la primera partida de las “pastillas de carne” para uso de la expedición de don Diego de Alvear quién con su par portugués, debían realizar la demarcación de los límites entre España y Portugal. No hubo inconvenientes con el producto que era de muy buena factura con una duración de tres años en perfecto estado y la venta realizada fue importante.
Pero finalmente en 1793 un hecho no previsto vino a complicar la situación financiera de los Liniers, la guerra entre España y Francia y siendo los hermanos Liniers ciudadanos franceses, cayeron en descredito. Se prohibió a los franceses comerciar. La fabrica fue allanada y detenido el maestro de producción Carlos José Blound sin razón alguna. Solo una denuncia anónima. Hubo muchos detenidos sin vínculo alguno con la fábrica, un francés Juan Pablo Capdepont que se desempeñaba como Sindico de la Hermandad de San Benito (Patrono de los negros), también Juan Dumont, panadero de Monserrat, Andres Despland, sastre. Algunos fueron sometidos a tortura para que confesaran la supuesta conspiración inexistente. Por consiguiente, aunque se comprobó que no existía tal conspiración, la sociedad no pudo solventar los compromisos por compra de hacienda realizados y debió cerrar sus puertas. Finalmente, el hermano mayor Santiago Luis regresó a Europa donde trató de conseguir otros negocios con resultado negativo para finalmente regresar a Buenos Aires donde falleció en junio de 1809.
Su hermano Santiago Antonio héroe de la Reconquista de Buenos Aires de manos del invasor inglés, proclamado virrey luego por decisión popular. Retirado de toda actividad, se fue a vivir sus últimos años a la tranquilidad de Córdoba, donde luego moriría fusilado por orden de Mariano Moreno, por no reconocer al gobierno de la Primera Junta Gubernativa.
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