La formación
Habiéndole avisado el vecino que el día anterior al recorrer su campo, había visto un novillito que parecía abichado en el último potrero, en el rastrojo del maíz, por lo que luego de la ordeñada ensilló el picazo piquetero, ató a los tientos el lazo y una bolsita de lona con algunos remedios por si podía solucionar algún problema sin necesidad de arrear la hacienda al corral, llevando alcoluz, fluido, sin olvidar su cuchillo en la faja negra a la cintura que siempre le resultó muy útil para esos menesteres.
Habiendo dejado abierto el portón al potrero del rastrojo de maíz para que la hacienda coma las chalas, efectivamente encontró un novillito con una importante bichera en el pezcuezo, producto seguramente de haber querido pasar algún alambrado de púas, por lo que lo enlazó llevándolo hasta el alambrado con la presilla del lazo a la cincha, atándolo cortito en un poste para poder curarlo. No le dio mucho trabajo porque fue ternero de chiquero de una de las lecheras por lo que no era muy arisco. Tomándolo con una mano de la quijada introduciéndole el dedo pulgar en la boca torció la cabeza del animal volteándolo y mientras que con una rodilla le apretaba la cabeza procedió a echarle alcoluz en la bichera haciéndole voltear todos los gusanos, luego roció la herida con fluido para evitar que se asienten nuevas moscas.
Era una mañana de verano seco con calores inusuales ese año en que el sol pegaba fuerte, y mientras don Telmo hacía su recorrida revisando el resto de su hacienda, sintió que estaba transpirando mucho y que se había olvidado de ponerse su infaltable sombrero de paja de trigo, de ala ancha, y por momentos se le nublaba un poco la vista; sacó del bolsillo de la bombacha el pañuelito de mano haciéndole un nudito en cada punta, colocó dentro algunas hojas verdes de abrojo colocándoselo en la cabeza y decidió regresar a su casa.
Al llegar al corral se apeó para abrir el portón y llevando el caballo de tiro se aproximó al galpón para desensillar, pero no pudo, sentándose en el suelo recostado en la chapa. Desde el interior de la casa su señora observaba sus movimientos presintiendo que algo raro le sucedía, salió corriendo y al ver que tenía la cabeza caída hacia un costado, profiriendo fuertes gritos llamó a su hijo menor y entre los dos lo entraron a la casa, totalmente inconsciente.
Por instinto le sacaron la blusa y aflojándole toda la ropa lo recostaron en el catre de lona en la pieza del lado que no daba el sol, y mientras la señora le aplicaba toallas mojadas en la cabeza y le hacía viento con un cartón, su hijo salió en el caballo ensillado hacia la casa de doña Malena, distante unos mil metros, que era entendida en esas cosas pues había trabajado en la casa del médico en el pueblo hasta que se casó con el Juancho, habiendo aprendido algunas cosas que su empleador generosamente y con paciencia le fue enseñando.
No tardaron en llegar de vuelta Nachito con doña Malena en su caballo. Ni bien lo vio se dio cuenta que se trataba de un típico cuadro de insolación, diagnosticando:
- ¿Le agarró el mal del sol... ténganlo en lo fresquito, dele mucha agua lo más fresca posible y póngale toallas mojadas en la cabeza, sacudiéndolas cada tanto para que adquieran frescura, sabe doña? Comida livianita nomás... y, sobre todo, que no se ande haciendo el guapo por un par de días... ¡Había sido cabezudo este don Telmo! Mire que salir sin sombrero con semejantes soles.... Dicen que vienen malos...
- Gracias doña Malena... ¡Usted siempre tan bien dispuesta! Ya le vamos a retribuir estas molestias.
- No se haga problemas, doña.... Para eso estamos los vecinos. ¡Hasta otro día! Y no se preocupe que en unas horas se va a empezar a reponer. No se me olvide: ¡mucha agua fresca!
El hijo desensilló el caballo, lo llevó hasta el bebedero del corral y mientras abrevaba le echó unos baldazos de agua en el lomo sudado largándolo en el piquete para que se revuelque a gusto.
Gracias a los esmerados cuidados de su señora y de su hijo, en un par de días el episodio fue superado, pero no lo dejaban asomarse sin su sombrero de paja y si lo hacía era por breves períodos al patio, nada de desgranar maíz, trabajar en la huerta y mucho menos ir al campo por unos días más, tareas que realizaba su hijo con la responsabilidad y eficiencia que le había enseñado.
Esa noche, a la hora de la cena, la charla se centró en el percance sufrido por el dueño de casa, haciendo un comentario, sin pretender herir su orgullo, el hijo le manifestó:
- Papá, tiene que cuidarse... Si no lo hace por usted, hágalo por mamá, que ella lo ayudó siempre. De mi parte le agradezco todo lo que hizo por nosotros, pero... no se ofenda.... No se olvide que los años no vienen solos...
- Míralo al hombrecito! Ahora es él quien me reta y me da consejos...
- No lo tome así, papá. Usted siempre fue muy generoso conmigo, acépteme que ya no soy un chico. Otro día les voy a hablar de algunos proyectos que tengo, si me van a permitir...
- Escuchaste vieja? Bien me decía hace años el de la cooperadora que lo mande a la escuela, que adquiriría formación... y yo por vergüenza no le pregunté qué es la formación. ¡Míreme a mí, le dije, capataz sin saber leer ni escribir y felicitado por el patrón... varias veces! ¿Y mis otros gurises? Sin ir a la escuela están todos bien ubicados...
Después de cenar y ya en su dormitorio, a la hora de acostarse, don Telmo le comenta a su mujer:
- Inteligente nos salió el gurí... Hasta me dio consejos y todo... Creo que voy entendiendo qué es eso de la formación... ¡Cómo lee libros y escribe!
Y en un susurro... ya casi dormido, su señora le oye murmurar:
- Mi gurí me dio un consejo...
Poco a poco las cosas se fueron encaminando, retomando cada uno las distintas tareas a desempeñar en ese puesto del establecimiento rural, sin descuidar de atender el campito que con sus ahorros de años de trabajo y el consejo de su patrón, logró comprar para tener de qué vivir cuando la edad y la salud no le permitan seguir desempeñando tareas para terceros.
Un atardecer, finalizadas las tareas diarias, sentados a la sombra del gran ciprés de grandes ramas extendidas, mientras l señora preparaba el mate luego de haber barrido el patio y de haberlo salpicado con sus manos y una palangana con agua para aplacar la tierra y refrescar el ambiente, don Telmo comenta que habría que cambiar la alambrilla de la fiambrera que pendía de una gruesa rama del árbol, dentro de la que en unos ganchitos, colgaban la carne y colocaban quesitos y otros comestibles que debían estar al aire para no echarse a perder, porque en algunos sectores estaba herrumbrada y si se agujereaba entrarían insectos arruinándolo todo.
- Quisiera decirles algo, papá... a usted y a mamá.
- Bueno mijo... Vieja!! ¡Trae el mate que el Nachito nos quiere hablar!
Sentados los tres en el patio, comenzando la rueda del mate cuando los primeros bichitos de luz aparecían a la distancia, en el bajito, cerca del arroyo, comenzó, con mucha timidez, a decirles el hijo:
- Bueno... yo quisiera pedirles... quiero decirles que... Yo sé que ustedes saben que yo visito a la Beatriz, la hija de los Varela que viven en el puesto del otro lado del arroyo, a unas dos leguas de aquí... Ellos son gente decente y trabajadora, como vos me enseñaste, papá, y con la Beatriz nos queremos. Yo le hablé a los padres de ella y me aceptaron, creo que porque soy hijo de ustedes, lo que me pone muy orgulloso, y si ustedes están de acuerdo... pensamos ir a vivir juntos a un puesto en la estancia Los Álamos, al centro de la provincia. Yo fuí a hablar con el mayordomo que conociendo los antecedentes de ustedes y de los padres de Beatriz, me dijo que había vacante un puesto con bastante buena paga, buena casa y algún personal a cargo, y si ella quisiera, la patrona andaba buscando una asistenta recomendada. Como el puesto ese no queda lejos del casco principal, en una de esas podría ser.
Se produjo un prolongado silencio entre los tres, en que sólo se escuchaba un lejano balido de una vaca lechera llamando a su ternero y por momentos el grito de los teros cerca del tajamar, alertando la aparición de alguna comadreja, seguramente.
Don Telmo sorbía varias veces el mate que ya no tenía agua mientras su señora, con la vista baja, removía el suelo con un palito, esperando que hable el padre.
- Escuchaste vieja?... El último pichón quiere formar su propio nido...
¡Y dando un último chupón fuerte al mate se lo alargó a su mujer mientras se levanta de la silla dando una vuelta al grueso tronco del árbol, carraspeando fuerte como queriendo aclarar la voz, mientras la madre, con una sensación mezcla de desazón y alegría, mira fijamente a su hijo como descubriéndolo ya hombre, tan crecido! Cuánto hace que aprendía a gatear, que peleaba a sus hermanos, que lo mandaba a la escuela, que casi se muere de angustia cuando se lo trajeron desvanecido al caerse del paraíso grande buscando huevitos de pirincho... Y hoy les pide permiso para formar su hogar...
- Bueno mijo... Si es tu decisión, nosotros la vamos a respetar. yo estuve pensando mucho en tu formación, y entendí que no era solo la escuela, es también la familia, con tu madre siempre tratamos que seas un hombre de bien, sin vicios, decente y trabajador... y sabíamos que llegaría un día en que levantarías vuelo, pero no pensamos que fuera tan pronto... Si elegiste esa muchacha, seguramente se han de merecer los dos, así que ahora los esperamos el sábado acá en casa. Vamos a carnear un corderito para celebrar, y si es de tu gusto, podes invitar también a tus suegros... Te.... ¿Te das cuenta vieja? ¡El Nachito ya tiene suegros!...
Y sin tratar de reprimir tibias lágrimas, de esas que acarician el alma y ensanchan los corazones, Nacho abrazó a su padre primero, luego, largamente a su madre, sin decirse palabra alguna, no hacía falta, estaba todo dicho, y lo que las palabras, a veces, no pueden expresar, sólo el amor lo transmite.
Don Telmo entró a la casa a prender el farol “sol de noche”, a la vez que le decía a su mujer:
- Prepará la cena, vieja...
Luego fue al aparador de la cocina y sacó la botella de vino que tenía guardada para alguna ocasión especial, murmurando:
- Hoy hay algo muy especial que celebrar... El más chico crió alas....
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