La sopa del hambre
“Hablar de ternura en estos tiempos de ferocidades no es ninguna ingenuidad, es un concepto profundamente político, es poner el acento en la necesidad de resistir la barbarizacion de los lazos sociales que atraviesan nuestros mundos” Fernando Ulloa. La sopa del hambre fue uno de los métodos de exterminio que utilizaron los nazis contra las personas con discapacidad, los enfermos mentales y los llamados asociales.
El otro fue la cámara de gas. “se suministraba la dieta “B” que consistía en provocar un deterioro muy rápido en los pacientes privándolos de vitaminas. La dieta “totalmente libre de grasas” consistía en papas, nabos amarillos, repollo cocido en agua. Los expertos señalaban “no le damos grasa, entonces consumen la propia” (“Federico Pavlovsky “los pasos previos” revista Topia 85-1-). En definitiva el hervor quitaba todos los nutrientes y los enfermos comían pero no se alimentaban, así morían. En cuanto a la cámara de gas como modalidad de eliminación masiva, fue utilizada con las personas discapacitadas y los enfermos mentales, antes de la llamada, por los nazis “solución final”, en los campos de concentración, incluso le sirvió de prueba. Con el nombre de Operación “T cuatro” llevado a cabo entre 1931 y 1943, designaron los nazis al programa de exterminio de los “degenerados” (personas con discapacidad) que contaminaban la pureza aria, dentro de las teorías supremacistas de la pureza racial. También empatando la crueldad con el cinismo denominaron ese genocidio programa de eutanasia, fundados en la apreciación de vidas que había que aniquilar “compasivamente” porque no merecían ser vividas. El antecedente de ese proceso progresivo de “exterminación de los inferiores”, como contribución al bien común y al “mejoramiento de la raza”, fue en Alemania la sanción de la ley de prevención de descendencia con enfermedades hereditarias en 1933, práctica de esterilización de los “degenerados inferiores”, en un país que interpretaba a los enfermos mentales como una carga social que no era admisible de tolerar para una sociedad que necesitaba crecer en” forma saludable”. En realidad los programas de fertilización forzada para evitar la reproducción de los indeseables ya había sido practicada por Inglaterra y los Estados unidos entre otros países, éste último incluso con minorías raciales (1). Volviendo a Alemania, una señal premonitoria fue la reducción drástica del presupuesto de los hospitales psiquiátricos, es decir, los enfermos mentales, fueron una de las primeras víctimas del ajuste. “El régimen nazi convirtió a la esterilización en la primera aplicación de la imaginación biomédica destinada a la muerte colectiva. Cerca de 120 mil personas fueron esterilizadas, débiles mentales, trastornos bipolares, ceguera hereditaria, alcoholismo, delincuentes y homosexuales. Se establecieron tribunales de salud hereditaria, especialmente para tomar decisión sobre esterilización y a todos los médicos se les requerían legalmente que informaran a los funcionarios de salud si encontraban pacientes con estas características” (1). La transición desde la esterilización hasta la orden de eliminación fue prácticamente inmediata, con pocas voces que se alzaran contra semejante bestialidad. Un caso emblemático fue la Iglesia católica, el Vaticano, en conocimiento del genocidio, eligió no denunciarlo (1) y (2- película “Niebla en agosto” dirigida por Kai Wessel 2016). El Psiquiatra Alfred Hoche señalaba que estas personas estaban “muertas mentalmente” y que generaban un drenaje de recursos al Estado, insostenible. La persistente propaganda nazi facilitó esta experiencia horrorosa, al manipular la información sobre la eutanasia de modo persistente, sobre todo con películas dirigidas al público como “La herencia”, “La víctima del pasado y “Yo acuso” que señalaban las consecuencias médicas y sociales del daño hereditario (1). Esa manipulación mediática que adormecía las conciencias, hundiéndolas en la banalización del mal, dio los macabros resultados esperados por los nazis, tanto que las mismas familias de niños pequeños o recién nacidos con deformidades y daño cerebral, pedían al Estado para que le otorgasen la posibilidad de un “asesinato compasivo”. Así facilitado el clima de naturalización del horror, el programa eliminó a cerca de cien mil alemanes internados en Psiquiátricos, mayormente en cámaras de gas entre 1939 y 1941. Efectivamente se crearon seis campos de exterminio para pacientes psiquiátricos crónicos, en los que exploraron varios procedimientos de muerte rápida, desde fusilamiento, explosivos, monóxido de carbono, venenos, inyecciones, pero el gas resultó el más efectivo. Previamente, en una entrevista médica, con chaqueta y estetoscopio incluidos, los médicos practicaban algún tipo de curaciones y daban esperanza a sus pacientes. El encargado del Genocidio fue el Dr. H W Kranz, Jefe regional de la Oficina de Política Racial del partido Nacional Socialista. , quien dirigió la campaña inspirada en la denominada Higiene de la raza. En promedio fue aniquilado el 50% de los pacientes permanentes de los Hospitales Psiquiátricos alemanes.
El Nazismo, como otras espantosas experiencias de la humanidad, pone a prueba la condición humana y el desbocamiento de su Maldad si las condiciones socio-culturales creadas son fomentadas hasta lograr la convicción del ciudadano común. Las teorías supremacistas, la discriminación racial, la xenofobia, el odio y el resentimiento, la construcción del diferente como enemigo, la homofobia como discurso predominante, naturalizado por los medios de prensa y los políticos gobernantes, hasta que se convierten en el “sentido común” de la opinión pública que ya no puede realizar una delimitación ética, constituyen aquellos dispositivos socio-culturales del ejercicio de la crueldad de los que hablaba Ulloa. La falta de empatía y sensibilización, empuja a los sujetos a normalizar la crueldad. La ausencia de una reacción enérgica, el silencio cómplice de los disidentes, la inacción de la ley contra el salvajismo, completa el cuadro en el que las palabras pueden convertirse en acciones. Hoy vivimos con ese riesgo de violencia inusitada verbal y física contra los vulnerables. Entre múltiples circunstancias, el ejemplo vuelve a ser el maltrato a los jubilados, adultos mayores llamados “viejos meados” por el Presidente de la República, sometidos al hambre y la falta de recursos para medicamentos y a las brutales represiones cuando manifiestan su desesperación, son un botón de muestra del silencio y la falta de reacción social y política frente al Mal. Hace muy poco la sociedad y sus referentes decía ¡“Con los jubilados no”! como respuesta de escándalo moral frente a la vulneración de sus derechos elementales, a la vida, como límite ético básico, que sin embargo se va adormeciendo poco a poco. En esta grave encrucijada es necesario recuperar ese sentimiento de indignación moral, junto a altas dosis de empatía, solidaridad y ternura frente a la barbarie, sino corremos el riesgo de naturalizar y banalizar la tragedia.
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