Los blandengues en las invasiones inglesas
La euforia por el fácil triunfo sobre el dominio holandés sobre la colonia del Cabo de Buena Esperanza, en Sud África y la eficacia de la escuadra naval al mando de Sir James Baird y que condujera el comodoro Home Popham, y a qué a esa altura de 1806, y cumplido el objetivo, permanecían anclados en la lejana colonia.
Allí fue que comenzaron a planear incursionar militarmente sobre Sudamérica y apoderarse de Buenos Aires. Recordando las conversaciones con el venezolano Francisco de Miranda, quien con pertinacia instaba a Inglaterra a intervenir, a fin de obtener la independencia de España de las colonias americanas y que debían sin tardanza ocupar Buenos Aires. Eso fue el 14 de octubre de 1804, cuando redactaron un compromiso para apoderarse de Buenos Aires. Luego, una cena con el ministro William Pitt donde se habló del plan. Pero en aquel momento debió postergarse el plan, porque la alianza militar con Rusia y España contra Bonaparte era prioritaria.
El ataque por parte de la flota británica en tiempo de paz a una escuadra española de cuatro fragatas que transportaban caudales y mercancías desde América, una fue hundida y las otras apresadas por los británicos, hizo naufragar los acuerdos de paz y alianza con los británicos.
En 1806 Popham parte hacia Santa Elena donde consigue la incorporación de 286 hombres y dos obuses preparando el postergado ataque a Buenos Aires. La fuerza estaba constituida por el Regimiento 71 (Cazadores Escoceses) con 890 hombres a las órdenes del teniente coronel Denis Pack y algunos hombres del Regimiento 20 de Dragones 2 oficiales y 34 artilleros con dos obuses. La infantería había sido bien reforzada con 9 oficiales y 174 hombres de tropa. Finalmente, dos gaiteros y 16 caballos. Hacían un total de 1.641 hombres.
Viajan en 5 transportes y también otros tantos buques de guerra. El 8 de junio ya están frente al Cabo Santa María (Uruguay). El día 9 de junio, una fragata del convoy aborda un buque español con correspondencia. Allí se enteran que Buenos Aires está desguarnecida ya que se esperaba que los británicos atacarían Montevideo y las tropas de Buenos Aires se enviaron allí.
El Fuerte de Buenos Aires llamado San Juan de Austria, estaba provisto de 4 bastiones y 35 cañones. Estos, que apuntaban al río, nunca tuvieron utilidad, ya que el poco calado del rio impedía a cualquier nave hostil, estar a tiro de ellos.
En Buenos Aires sabían de un posible ataque de los ingleses y de las intenciones de Miranda en las cortes europeas. Por lo tanto, el Virrey del Río de la Plata, marques Rafael de Sobre Monte solicitó al Jefe de Gabinete de España Manuel Godoy hacía dos años y había insistido luego, en la necesidad de aumentar los efectivos militares y su armamento. Pero Godoy contestó que, dada la situación en Europa, era imposible enviar esa ayuda.
El día 9 de junio se acuartelan las pocas tropas que hay y se envían partidas montadas de “Blandengues” hacia Olivos y Quilmes donde suponen el desembarco. ¿Pero con que fuerza cuenta Buenos Aires para la defensa? Solamente una compañía del Fijo y dos escuadrones de “Blandengues”. Además, el Regimiento de Milicias de Caballería, el de Caballería de Frontera y los pocos cordobeses que trajo Sobre Monte. Imposible con tan escaso número y careciendo de armas, instrucción, disciplina y oficiales capaces de imponerla.
El 25 de junio, los ingleses desembarcan en la Punta de Quilmes. 1641 hombres, entre ellos el Regimiento 71 sin ser molestados por nadie.
Enterado Sobre Monte por las partidas montadas, envía al coronel Pedro Arce con 4 piezas de artillería, 80 “Blandengues”, 120 voluntarios de la Caballería de Frontera con la ridícula misión de “caer sobre el enemigo”. El teniente coronel Gianini debe ponerse al frente de la Compañía del Fijo, la Milicia de Caballería, la Infantería del Cuerpo Urbano, una compañía de retirados, otra de presidiarios y 6 cañones para proteger la línea del Riachuelo. El resto quedará formando una segunda línea de defensa sobre la barranca.
ARCE EN RETIRADA Llegan a Quilmes de noche armando un vivac en la barranca del río. Los ingleses ya desembarcados y acampados, se puebla de luces el campamento y oyen las voces con extrañas palabras.
Cuando empieza a amanecer, la fuerza de Arce está desplegada en batalla sobre la barranca, observando al enemigo. Cuando se pone en movimiento el invasor, los jinetes de Arce miran con asombro los uniformes coloridos, el redoble de tambores, el orden y la disciplina de los movimientos y las armas del enemigo. Maniobrando rápidamente, ya en primera línea el Regimiento 71 y a unos 100 metros lo sigue el Batallón Santa Elena y luego la Infantería de Marina. Mueven las 7 piezas de artillería, tres de ellas se emplazan en los flancos y centro, más otras dos piezas que arrastran en un bañado. La primera línea ya está cerca de la posición de Arce cuando se oye el estrepito de la artillería inglesa con notable eficacia, poniendo en fuga a los defensores de los seis cañones que quedan abandonados. Al arribar al Riachuelo, Arce manda prender fuego el Puente de Gálvez (hoy Puente Pueyrredón y van a reunirse a la calle Larga de Barracas (hoy Avenida Montes de Oca).
Al amanecer del 27, Beresford resuelve atacar con todos sus efectivos, sin saber que solo tiene a su frente 400 hombres y 6 cañones. Hay un intercambio de disparos durante media hora con los defensores a las órdenes del teniente coronel Gianini que se ha refugiado en algunas construcciones y otros en unos tunales, pero ceden ante la metralla de los cañones ingleses. Un grupo de marineros ingleses cruzó a nado el Riachuelo y se apoderan de los botes y lanchas que allí había y es muy fácil a Beresford salvar el obstáculo.
La gente de Buenos Aires que ha oído el cañoneo, solo le cabe aguardar los acontecimientos. Ese 27 de junio de 1806 amaneció con una fina llovizna y la gente ya palpitaba el resultado. Los hombres de Arce apostados en la calle Larga con Sobre Monte a la cabeza, nombran al brigadier Ignacio de la Quintana, jefe de la plaza, con orden de negociar una capitulación, mientras él se retira hacia Córdoba a reunir refuerzos y declarar a Córdoba capital del Virreinato. Se hace presente el alférez Gordon, edecán de Beresford quien exige la entrega pacífica de la plaza. Se le pide a los ingleses que expresen por escrito sus exigencias. Cosa que cumplen prometiendo respetar las propiedades, las leyes y la religión
El pueblo de Buenos Aires espera tras las ventanas de sus casas, el paso de esos hombres de vistosos uniformes que al son de gaitas y tambores marchan hacia el Fuerte bajo la lluvia, por la calle (hoy Defensa), de su Buenos Aires conquistada. Algunos hombres que luego se destacarían, como Juan José Castelli se preguntan ¿Esta es la invasión destinada a promover la Independencia que alentaba Miranda? ¿Tendrá esa finalidad esta invasión? Todas estas dudas se aclararon cuando Beresford declara abiertamente a Castelli “que no tenía instrucciones en cuanto a planes de Independencia” Entonces ¿esto es solo el espíritu aventurero de los ingleses? Es solo un cambio de opresor, al ver flamear la bandera inglesa en el Fuerte. Pero algunas familias porteñas alojan con agrado a los rubios invasores en sus casas. Son invitados a las mejores familias con hijas casaderas.
Pero no todo Buenos Aires es lo mismo. Algún gaucho montaraz mira con desagrado a esos engreídos ocupantes de su tierra. Comienzan a desaparecer los centinelas. Alguno aparece apuñaleado. La reacción comienza a manifestarse.
Los ingenieros Feliciano Sentenach y don Gregorio Esteva y Llac dirigen una excavación de un túnel por debajo del Cuartel de la Ranchería, para volarlo con pólvora, se unen a don Martín de Álzaga y varios patriotas, entre ellos Juan Martín de Pueyrredón, Lorenzo López y el coronel Martín Rodríguez dispuestos a la acción. Martín de Álzaga ofrece sufragar los gastos, contribuyendo con 8.000 pesos fuertes.
La concentración de fuerzas se realiza en la Chacra de Perdriel, de propiedad de don Domingo Belgrano (padre de Manuel), a 20 kilómetros de Buenos Aires,
Donde hoy es Villa Ballester. El 1º de agosto Sentenach informa a Antonio Olavarría las ordenes del gobernador de Montevideo, que debe presentarse en Perdriel con los “Blandengues”. A todo esto, Santiago de Liniers, que había sido nombrado en un puesto subalterno en la Ensenada o sea que no fue uno de los que se rindieron. Fue así que se embarcó para Montevideo (10 de julio) donde llegó el 16 de julio, luego de sortear la flota inglesa. Lleva la misión de entrevistarse con el coronel Ruiz Huidobro. Liniers había manifestado que con 500 hombres de línea se comprometía a reconquistar Buenos Aires.
PERDRIEL Mientras tanto, la concentración en Perdriel había sido detectada por los ingleses, por un traidor que le confió al capitán Ogilvie. Violenta es la reacción de los ingleses dispuestos a disolver esa concentración, al frente de 500 hombres del Regimiento 71, cincuenta del Santa Elena y 6 piezas de artillería.a las Órdenes del teniente coronel Denis Pack.
Gran agitación en el campamento, hasta formar una línea de defensa. Puerredón a caballo recorre las defensas. En el centro del dispositivo, y detrás de una tapia se han emplazado 4 carronadas y dos pedreros con 24 artilleros. Una escolta con 20 infantes al mando de Juan Pedro Cerpa protege el flanco derecho, y 18 tiradores sin bayoneta a las órdenes de Antonio Cuevas, cubren la izquierda de la batería. En segunda línea, lo jinetes de Pueyrredón y detrás de ella los “Blandengues” al mando del coronel Antonio Olavarria. Seguro del triunfo, Beresford en persona ordena el ataque por ambos flancos con la infantería. Los voluntarios de Cerpa y Cuevas a su vez abren fuego. Pero la línea enemiga, a pesar de las bajas, sigue en orden y se adelanta, seguidos por sus columnas de ataque y hace que los patriotas tengan que replegarse para no quedar encerrados.
Allí ataca Pueyrredón con la caballería de los “Blandengues” sobre el flanco derecho en un esfuerzo por capturar la artillería. Pero la metralla derriba el caballo de Pueyrredón, y uno de sus hombres, Lorenzo López lo recata subiendo en ancas a Pueyrredón. Precisamente en ese sitio está el teniente coronel Pack y Beresford con un piquete del 71 los que advierten que estos no son los bisoños de la barranca, sino que saben de disciplina, pues la suya fue una retirada y no una fuga y además, los ingleses pagaron un alto precio para averiguarlo. Beresford reconoció ante Pack que el encuentro no les había sido favorable. Tuvieron 20 muertos, 10 heridos y dos prisioneros, contra 3 muertos, 4 heridos, siete prisioneros, según el mayor Alexander Gillespie.
Pueyrredón dio cuenta de lo ocurrido a Ruiz Huidobro y pasó a la Banda Oriental a recibir órdenes. Allí se encontró con Liniers quien le indicó que debía organizar el aprovisionamiento en la campaña de Buenos Aires para las tropas a su mando. Pueyrredón cumplió con rapidez, consiguiendo carros, bueyes y alimentos. El 3 de agosto, en medio de chubascos con fuerte viento sudeste, Liniers comenzó el embarque en Colonia. Esperan viento favorable, y con la noche oscura y el viento del este, a la una de la madrugada llegaban a la costa de Olivos. El día 5 de agosto llegó al pueblo de San Isidro, donde llega el aviso de Esteva y Llac y de Sentenach, que demore la marcha para darles tiempo para concluir el túnel bajo el Cuartel de la Ranchería para volarlos con la pólvora. Pero Liniers no está dispuesto a esperar. Reinicia la marcha para atacar el Cuartel del Retiro. Allí se le unió una fuerza de 716 hombres enviados por Martín de Alzaga completando la fuerza, quedando entonces integrada por: Real Cuerpo de Artillería a cargo del capitán Francisco Agustini, Dragones de Buenos Aires al mando del coronel Agustín Pinedo con 321 hombres, Regimiento del Fijo con 94 hombre al mando del capitán José Ignacio Gómez, Voluntarios de Infantería de Montevideo, 260 “Blandengues” al mando de Antonio Olavarría, 115 Voluntarios de Caballería al mando del coronel Pueyrredón completando 2.352 hombres.
SE INICIA EL ATAQUE En el ataque a la plaza del Retiro defendida por los ingleses. Los primeros en pasar al ataque fueron los Miñones (catalanes), sostenidos por el Fijo y dos obuses. Cuando llegó el grueso de la tropa, adelantaron 4 piezas de artillería al mando de Joaquín de Toledo, quien dirigió el fuego para detener unas partidas inglesas que avanzaban con artillería. A cargo de los obuses se puso el capitán de Artilleros Francisco Agustini, para evitar que el general Beresford, que avanzaba con 300 hombres en apoyo de la guarnición, lograra unirse a este. Ante lo certero de los tiros, Beresford debió retirarse dejando 60 ingleses muertos y sin perdida para Liniers. La importancia de la conquista fue importante ya que eran los almacenes de artillería, encontrando allí valiosos repuestos de proyectiles, bombas, carretones, cureñas y otros elementos de los cuales carecían. Como los ingleses se refugiaron en el Fuerte, debían de verse obligados a batir al enemigo en la Real Fortaleza. A tal efecto desembarcó dos cañones de 18 de la goleta “Dolores” las que fueron montadas en cureñas. Liniers había planeado el ataque a las doce del 12 de agosto. Sin embargo, la columna de Miñones avanza hasta la Iglesia de La Merced donde entabló combate en inferioridad numérica y pidió ayuda. Los hombres de Sentenach acudieron en su ayuda por la calle del Correo (hoy Florida) y al legar a Santa Lucía (hoy Sarmiento), se dividieron para llegar en varias columnas. Los ingleses, unos 35, abrieron fuego desde la plazuela de La Merced. Para desalojarlos los voluntarios tomaron posición en las azoteas, desde donde obligaron al enemigo a refugiarse en el templo. En ese momento los voluntarios recibieron un obús, que pudieron colocar en la plazuela para dirigir el fuego a la Plaza Mayor. El obús fue puesto al cuidado de 40 hombres. Los ingleses se hacen fuertes en la Recova, el Fuerte y el Cabildo. El resto de las fuerzas, entre ellas los “Blandengues” toman por la calle del Consulado (hoy San Martín), evitando los disparos de los ingleses desde la esquina de la Catedral. Algunos grupos ganaron las azoteas desde donde desalojaron al grupo de ingleses de la esquina de la Catedral. Finalmente lograron avanzar hasta la puerta que da sobre la calle San Martin, donde se hizo alto para dar paso a un obús de 35, que colocaron en la esquina del templo, dirigiendo los tiros de metralla contra la entrada principal (donde se encontraban unos doscientos ingleses) escudados en el pórtico, cuyas filas fueron cegadas por el fuego de los “Blandengues” y voluntarios. En un momento dado se corrió la voz de que los ingleses iban a cortar la columna por la espalda de la Catedral. Cuarenta voluntarios se desprendieron para evitarlo, los que advirtieron que la azotea de la casa de Jerónimo Marino era un cantón enemigo, por lo que optaron por tomar posesión de la azotea de la casa de Pedro Valiño, apoyados por un grupo de los Miñones y de marineros que ocuparon también la azotea de Marino, y aún de la Recova desde donde recibían fuego de fusilería. Con el obús avanzaron hasta frente al Piquete (actual calle Rivadavia y Reconquista) Al enterarse estos últimos acontecimientos, Liniers salió con el tren volante y la mitad de las tropas, dejando a Gutiérrez de la Concha prevenido de que conservase el Retiro con el resto y los cañones de batir. Poco después, este ultimo recibió orden de avanzar arrastrando la artillería. Sin poder resistir el ataque combinado, los ingleses se fueron retirando a la Real Fortaleza donde al poco tiempo se alzó la bandera de parlamento. Liniers destacó a Hilarión de la Quintana para averiguar que desea el general inglés. Acompañado por Raymond munido de un tambor, Quintana pasó al Fuerte, pero la multitud enardecida no dejaba de hacer fuego.
RENDICION DE BERESFORD
Los ingleses pudieron ofrecer mayor resistencia, pero sabiendo que esta sería inútil, optaron por ejercer una conducta que permitiera una capitulación que pusiera a salvo el prestigio de Beresford. El caso es que, tras izar la bandera de parlamento, junto a la bandera española, antes de haber tratado los términos de la capitulación, Liniers expuso que solo aceptaba rendición a discreción. Cuando salieron los ingleses del Fuerte, Liniers hizo formar la tropa en ala y salieron tocando marchas con sus armas que las depositaron ante Liniers. En la acción perdieron 412 soldados y cinco oficiales, entre muertos y heridos, y los nuestros en la misma clase, 180, el alférez de navío José Miranda, herido en una mano y el edecán del capitán de navío Santiago de Liniers llamado Juan B. Fantín, una pierna fracturada.
Así finalizaba la primera invasión de los ingleses, con la rendición incondicional inglesa. Las banderas y un guión o banderín del Regimiento 71 de Highlanders se encuentran en el templo de Santo Domingo ofrecidos por Liniers a Nuestra Señora del Rosario. Por esa razón el Regimiento 71 Cazadores Escoceses fue castigado durante casi 100 años y desfilaba último y sin bandera.
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