La relación entre familiares supone, en general, el tratamiento inter personal con los sentimientos a flor de piel. Derivado de la cercanía afectiva que debería primar, aunque es bien sabido que, hay situaciones que la complejidad de la vinculación desata conflictos de importante envergadura.
Los festejos familiares o las fiestas que socialmente aglutinan a los miembros de cada familia, son una ocasión en la cual se exteriorizan con mayor elocuencia las diferencias o situaciones que han motivado distancias, enemistades entre los miembros de la familia o se dan a conocer hechos desconocidos que impactan y generan rispideces.
The Humans (sin título aún en castellano) es una película del año 2021, basada en la obra de teatro del mismo nombre, dirigida por el autor del texto de, tanto la obra teatral como el guion del film, Stephen Karam. Transcurre en el día qué en los Estados Unidos, se utiliza para celebrar el Día de Acción de Gracias. Ese, conjuntamente con el día de Navidad o de Año Nuevo son los días en que se presenta la ocasión del encuentro entre familiares que, en algunos casos, no necesariamente viven permanentemente juntos.
Stephen Karam nació en 1980 en el seno de una familia libanesa que profesaba el cristianismo desde la visión de los maronitas.
Ha desarrollado una sólida carrera en el teatro norteamericano. Con la versión teatral de “The humans” fue finalista en el año 2016 del Premio Pulitzer Drama; recibió el Premio Obie de The Village Voice y ganó el Tomy, como Mejor Obra. Según el crítico Alexis Soloski, de The New York Times, Karam “escribe sobre la pérdida y las maneras desordenadas, al azar, necesarias que seguimos con nuestras vidas, después”.
En la película, la reunión por el Día de Acción de Gracias se realiza en un dúplex, un desvencijado departamento del Barrio Chino en el Bajo Manhattan, en Nueva York. En él, habitan Brigid, una joven música y compositora desempleada, junto a Richard, su pareja, un muchacho depresivo de origen oriental. Ambos, reciben a los padres de Brigid, Erik y Deidre, quiénes junto a Momo, la madre senil de Erik y Aimee (hermana de Brigid) vienen de Scranton, Pennsylvania (la ciudad natal del director de la película).
La ocasión es para que paulatinamente vayan expresándose cada uno de los personajes, con sus particularidades y en función de la historia de cada uno y su relación con los demás.
Así, aparece la desaprobación de Erik respecto del departamento, al que recorre y presta atención a las pérdidas de agua y lo desmejorado que está. Además, el departamento, si bien, inusualmente enorme, se encuentra al lado de las máquinas compactadoras de basura y de las calderas del viejo edificio y se perciben los ruidos de departamentos vecinos. Evidentemente influye el hecho que, Erik, inconscientemente o no tanto, hubiera preferido que su hija siga viviendo en Scranton.
Por otra parte, está martirizado por el trauma que mantiene desde el momento en que, esperando a Aimee, cuando la había acompañado a una entrevista de trabajo en la zona de las torres gemelas; mientras aguardaba que abra el observatorio que funcionaba en ellas, se produce el atentado de septiembre de 2001. La incertidumbre de aguardar a su hija y observar a una fallecida parecida a ella, lo ha marcado desde ese momento. La madre, Deidre, es una empleada que orgullosamente rescata su compromiso y dedicación con su trabajo, a la vez, que intenta, en toda la jornada mantener la mejor sonrisa, incluso cuando su marido, que no deja de tomar alcohol, la maltrata por la incoherencia que -le dice- mantiene entre la cantidad de comida que ingiere, habitualmente, a la vez que supuestamente está a dieta.
Por otra parte, es objeto de burlas por su apego a una religiosidad que los demás miembros de la familia no comparten. Momo, la madre de Erik, padece Alzheimer y, por lo tanto, se maneja alejada de la realidad, se mantiene en una silla de ruedas, casi sin participar de la reunión, y se manifiesta inopinadamente con desatinos verbales y ausencias prolongadas. Aimee, por otra parte, de poco más de treinta años, es una abogada que se encuentra transitando el duelo de una separación con su novia de toda la vida; ha perdido su trabajo y, expuesta a una enfermedad crónica, debe operarse, a los pocos días.
Brigid no consigue trabajo, ha ido postergando sus intenciones de ser escritora y está resentida por la, entiende, falta de apoyo económico por parte de sus padres y la oposición que éstos mantienen a su relación con Richard, sobre todo porque no están casados.
Richard, por su parte, ha estado preso de una profunda depresión y está a la espera al cumplir sus cuarenta años (dentro de cinco) recibir un fondo fiduciario que tendrá disponible recién en ese momento.
Presentados los personajes, se desenvuelve la habitual escena de la mesa familiar convocante de esa festividad, en la cual se evidencian los conflictos. En particular, el padre comunicará un hecho que se produjo en su ámbito laboral y que modificará sustancialmente la situación de toda la familia.
Durante toda la película, se mantiene una tensión generado por los reproches, recriminaciones y resentimientos que a lo largo de los años se han mantenido, en algunos casos, larvados.
Mantienen los personajes una “tristeza estoica”, como lo afirma uno de ellos. El guion es eficaz al exponer la personalidad de los protagonistas, la intranquilidad existencial y el sufrimiento visceral que tienen y el director sabe ajustar las escenas obteniendo un equilibrio entre el profundo dramatismo y el paso de comedia necesario para descomprimir tanta angustia.
“The Humans” termina siendo un retrato fino y preciso de la condición humana, un acercamiento a las relaciones familiares que mantienen la calidez y la frialdad que la proximidad afectiva genera. Es una radiografía también de dos generaciones (los de más de 60 y 30 años, respectivamente) que han transitado el final del siglo pasado y el comienzo de éste, envueltos en modificaciones sociales, culturales y económicas que han concebido insatisfacciones, dudas, desencuentros y objetivos, en muchos casos, inalcanzables.
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