Narcisismo y discriminación
Días atrás la Comparsa Ráfaga emitió un comunicado repudiando la discriminación sufrida por uno de sus miembros. Lo suscribo y adhiero en todos sus términos y me solidarizo con ellos.
Las burlas a las personas homosexuales revelan la proyección de inseguridades y miedos en la sexualidad de los propios homofóbicos, que ven en ellos aquello que reprimen en sí. Así como los dispositivos del Poder exigen una sexualidad hetero-normativa, hacen lo mismo con los cuerpos, imponiendo ideales de belleza uniformados y tendientes a la híper-delgadez. Los trastornos de la conducta alimentaria (bulimia y anorexia) son las secuelas de tal esclavitud que carga a las jovencitas. Una de las significaciones del narcisismo es la de un egoísmo superlativo que colisiona con la aceptación de la “otredad”. Solo existe el yo y lo no-yo, las diferencias, el “otro” como distinto, caen en las redes del odio y la agresión. Algo de eso se juega en las actitudes y conductas discriminatorias, cuando la diversidad es significada como defecto, como inferioridad o anormalidad y como tal agredida. El Otro y sus diferencias, insoportables para un “yo de placer purificado”, perfecto (Freud), es agredido con crueldad. Ese narcisismo de las pequeñas o las grandes diferencias suele ser manipulado por el Poder (económico, político) para crear enemigos y chivos expiatorios en función de propios intereses. Crean chivos culpables a los que apuntan su odio, adjudicándoles su desdicha y, por lo tanto, propiciando su aniquilación. No otra cosa fue la experiencia del Nazismo con los judíos, los gitanos, los homosexuales y disidentes políticos. Amparados en las teorías supremacistas y de la pureza de la Raza, que fueron cocinándose durante décadas, intentaron justificar el extermino de los que consideraban inferiores e imperfecciones del ideal de Raza superior. En el genocidio de pueblos originarios y esclavos negros, la inferioridad racial fue la excusa con la que los “Civilizados” europeos explotaron, masacraron y aniquilaron indios y africanos, esclavizándolos para robarse las riquezas de América. En la discriminación racial pretextaron el máximo Genocidio de la Humanidad. El mayor Genocidio y el más oculto y silenciado, el de los pueblos originarios y los afro-descendientes. La numerosa población negra fue exterminada a través de ponerlos como carne de cañón en las guerras y finalmente durante la guerra amarilla en 1871, cercados para que no pudieran huir, encerrados en el sur, murieron masivamente entre la peste y la falta de higiene . Los ricos huyeron y crearon la zona norte. El Presidente, que también huyó, era Sarmiento, para quien los negros eran salvajes, sub humanos. Ese exterminio fue negado. Menem, entre otros, dijo alguna vez que Argentina no tenía, como Brasil, problemas de discriminación porque aquí nunca hubo negros. Alberto Fernández convalidó la frase que afirmaba que los argentinos venimos de los barcos. Historia negada, silenciada como parte del racismo. Enrique Carpintero dice que la negación de la existencia de afro-descendientes esclavizados, retorna de lo reprimido, cómo un eco en nuestra historia colectiva, con el significante “negro” atribuido a los pobres o a los extranjeros de países limítrofes, como los bolivianos, paraguayos peruanos. En este último caso, alimenta la discriminación el patético intento de Patricia Burlrich, al plantar un palo con pretensión de muro xenófobo en Salta. Esa siniestra mujer es la responsable de la imperdonable y feroz represión a los jubilados, también discriminados. ESA DISCRIMINACION DEBE AVERGONZARNOS, EL MALTRATO, LA AGRESION Y LA REPRESION DE LOS ANCIANOS, NO DEBE SUCEDER MÁS. Esas conductas nutren el odio. Volviendo a Carpintero, desde el Peronismo por lo menos, desde el rechazo sufrido por los “cabecitas negras”, fueron llamados “negros”, con desprecio, los pobres obreros y los marginados de las villas y barrios populares. Es una de las formas de segregación más graves de la sociedad actual, naturalizadas en general, particularmente en nuestra ciudad. Las personas de los barrios son miradas con desconfianza en el centro, rechazados de los lugares de divertimento o entretenimiento por derechos de “admisión” aplicados con criterios discriminatorios, lugares que separan a la gente en sectores V.I.P fomentando diferencias y jerarquías imaginarias. Los pobres, hoy denominados peyorativamente como “negros”, suelen sufrir las peores difamaciones por parte de los sectores más “elevados” de la sociedad, que les atribuyen diversos vicios morales. Es curioso que entre ellos cuenten la vagancia o haraganería ociosa, o el abuso de vivir de planes sociales, cuando en general representa la mano de obra explotada en trabajos mal pago y en condiciones inhumanas, paradójicamente esclava de sus críticos.
La discriminación por identidad de género u orientación sexual es otra de las formas exacerbadas en la actualidad, en base a un discurso machista y patriarcal que concibe la heteronormatividad como único modelo de normalización de la identidad de género. Hace poco la marcha del orgullo antifascista y antirracista, masivo y conmovedor, dio cuenta del repudio mayoritario a las expresiones fascistas falsas e inaceptables del Presidente de la República. Que la máxima autoridad del poder político sustente un discurso supremacista y discriminatorio es un obstáculo serio para el logro de una convivencia democrática. En otra de sus múltiples manifestaciones, lo demostró cuando usó la imagen de las personas con Síndrome de Down para “atacar” opositores.
La discriminación es una grave enfermedad social, hija del prejuicio y la ignorancia, una conducta que empobrece gravemente a quien la realiza, una conducta cruel que lastima y tiene efectos corrosivos en la salud mental de los violentados, en el dolor que produce angustia y depresión. el comunicado de la comparsa, su pronunciamiento y el valiente testimonio de la víctima de las agresiones, es muy valioso. Permite una reflexión crítica en una actitud que suele naturalizarse y atravesar, sin cuestión, los intersticios más cotidianos de nuestra existencia. Este posicionamiento público del colectivo del carnaval posibilita un aprendizaje de valores humanos en la deconstrucción de representaciones incorporadas generacionalmente. Es necesario pugnar por un mundo de iguales en la diversidad, en el que prime el respeto a cada ser humano por serlo, en el que el amor al prójimo, el verdadero amor Cristiano sea guía e ideal, un mundo en el que, en definitiva, quepan todos los mundos.
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