¿Quién fue el teniente coronel Boglich?
Don José Boglich arribó y se radicó Concordia en 1888 donde se desempeñó como Jefe de Policía del Departamento Concordia a partir de 1891.
Muchas de las cosas que de él puedo relatar, provienen de los recuerdos que tenía don Elcio A. Sarli, quien lo conoció personalmente y me transmitió lo que de él recordaba, ya que fue una figura respetada de Concordia y hombre de consulta.
Jamás faltaba, a pesar de su avanzada edad a los actos patrióticos que aquí se celebraban, con su clásico birrete verde oliva, que lucía la escarapela nacional y las insignias con su grado militar de teniente coronel. Lo evocaba encabezando, con otras autoridades civiles, militares y eclesiásticas los homenajes a los próceres nacionales y acontecimientos cívicos.
En ese tiempo, para estas celebraciones, como el 25 de Mayo, se exhibía en Concordia una enorme bandera de 40 metros de larga, con casi el ancho de la calle y a su paso, el público congregado arrojaba flores desde las aceras, zaguanes y balcones en su recorrido por la calle Bartolomé Mitre, Entre Ríos hasta Santiago del Estero (hoy Estrada) y Urquiza, llegando a su punto de partida en la Plazoleta Belgrano.
Una anécdota que solía contar don Elcio Sarli, era el recuerdo de un episodio de la vida militar de don José Boglich, a la sazón subteniente:
“El teniente coronel Teodoro García, al frente de sus bravos soldados, montaba guardia en el Fortín Lavalle, en plena pampa dominada por los indios, en el centro de la Provincia de Buenos Aires. Una mañana este jefe hizo llamar al joven subteniente Boglich, que formaba parte de esa juventud que fuera el material de la campaña militar del desierto, para ordenarle que con 30 soldados, escoltara hasta Azul unos carros que conducían materiales para construir una línea telegráfica desde Carhué hasta Azul.
El 6 de agosto de 1876, la caravana se internó en los campos donde reinaba el salvaje. A la cabeza cabalgaba Boglich con dos cabos. A la izquierda, como a dos kilómetros, se desplazaba pesadamente en su misma dirección, una numerosa tropa de carretas, 14 en total conducida por soldados y baqueanos. Cerca del medio día se divisa al sur y al oeste nubes de polvo que hace pensar a los baqueanos “¡Indios, nos han descubierto!”
El subteniente Boglich da sus órdenes:
─ ¡Cabo Gómez: avísele al jefe de las carretas que se ponga bajo nuestra protección!
─ ¡Cabo Álvarez! ¡Nosotros nos pondremos de espaldas a esa laguna, que si no me equivoco es la Chinchilla!
¡A todo galope!
Poco después, se reunían al destacamento las carretas que estaban a las órdenes del oficial, capitán Mariano Espina, que había dejado sus estudios de abogado para marchar a Azul. Iba también un estanciero de la provincia y todos se preparan para la defensa, cavando unas fosas no muy profundas.
Un indio lenguaraz le ofrece de parte de los caciques Namuncurá, Baigorrita, Pincen y Catriel, que, si entregan las carretas, tendrían el camino libre. Pero conocedor de la astucia y falsedad de los indios, que hacía dos días habían dado muerte y mutilado a una patrulla, lo despidieron a tiros.
Al rato, la carga de la indiada de más de 2.000 lanzas y también muchos de ellos armados con Remington. El oficial espera que se acerquen a las marcas que habían colocado a 50 metros a todo galope y grita ─ ¡Fuego a discreción! ─
Las descargas de los soldados y de los paisanos pararon la carga de los indios. Una y otra vez atacaban, siendo rechazados, quedando el campo al frente de la laguna, cubierto de indios muertos y caballos.
Al día siguiente la indiada siguió su marcha al norte. Este inmenso malón llegó hasta Las Flores, regresando con más de 200.000 cabezas de ganado y varias cautivas, dejando incendios destrucción y muerte tras ellos.
Pero con todo su poderío no pudieron derrotar a aquel grupo de soldados y paisanos que llegaban a sesenta: Espina era amigo de Adolfo Alsina, Ministro de Guerra y fue nombrado por este teniente coronel de la Guardia Nacional, que por su valor y sus servicios fue al poco tiempo ascendido a coronel de Línea de la Nación.
Pero Espina no olvidó al joven oficial José Boglich que todos los años, hasta la muerte de Espina, recibía los 6 de agosto un telegrama que decía “En esta fecha que salvamos el pellejo en la Chinchilla, le envío un fuerte abrazo”
Decía don Elcio Sarli que el coronel Espina sería después un destacado dirigente radical. Estuvo en el Jardín Florida (1889) en el Frontón de Pelota de Buenos Aires (1890), en la Revolución del Parque (1890), en la división de la Unión Cívica (1891), en la revolución dirigida por el Dr. Hipólito Yrigoyen que tomó la Provincia de Buenos Aires, en la revolución también dirigida por Yrigoyen en la Capital, Santa Fe, Córdoba, Mendoza y Tucumán (1905), y también fue héroe de dos revoluciones en la República Oriental del Uruguay enrolado en las fuerzas del Partido Nacional “Blanco”, comandado por Aparicio Saravia.
Volviendo al coronel Boglih, diremos que se radicó en Concordia en 1888 y se integró rápidamente en la vida ciudadana ocupando distintos cargos, entre ellos fue jefe de Policía del Departamento Concordia en 1891 y lo fue durante 18 años cumpliendo una eficaz labor profesional. El 10 de marzo de 1898 fundó el Tiro Federal de Concordia, uno de los mejores del país.
Los mismos se crean en un clima general favorable a una idea de ciudadanía preparada para la defensa nacional. Las características de la Institución, se hizo de acuerdo a los legajos militares y la Dirección de Tiro y Gimnasia. El espíritu que la animó fue la posibilidad de un conflicto militar con el vecino país Chile (con quien existían diferendos limítrofes) para estimular a los ciudadanos en su espíritu patriótico.
El polígono de tiro cubría 50.247 metros cuadrados y en el funcionaban 4 blancos a 50 metros, 3 a 100 metros, 4 a 150 metros y otros 4 a 250 metros y 17 a 350 metros. Esto se hizo en consonancia con la ley 4031, también llamada ley de Servicio Militar Obligatorio o Ley Pablo Ricchieri.
Es por esa razón que el Estado Nacional y el Ministerio de Guerra, apoyaron a las sociedades de tiro con recursos materiales, como provisión de fusiles Mauser, munición cal 7.65 y soldados para marcar los impactos de los tiradores y también soldados armeros para limpieza y reparación de las armas.
Don José Boglich falleció en Concordia en su casa de la calle Hipólito Yrigoyen y Bartolomé Mitre a los 96 años
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