Reflexionar sobre nuestro Mayo
Para analizar la Semana de Mayo (18-25/05/1810) podríamos revisar las revoluciones políticas resultantes del ascenso del capitalismo industrial británico y su violenta apertura de mercados internacionales. Podríamos hablar del descontento americano frente a una corona española que excluía de los puestos jerárquicos coloniales a los blancos americanos acaudalados y expandía el expolio tributario sobre los sectores subordinados.
Podríamos referirnos a la circulación de ideas ilustradas del liberalismo burgués, en su fase crítica antiabsolutista. Podríamos relacionarlo con las transformaciones en Buenos Aires tras las invasiones inglesas, ya que pusieron en sintonía antihispánica a las élites, interesadas en abrir el comercio internacional, y a las mayorías populares que ya con armas saboreaban sueños de justicia y libertad.
Ahora bien, los últimos tres siglos de historia dejan una enseñanza: el ritmo de cualquier revolución en mucho depende de la capacidad de influencia que tengan sus disidentes internos. Así, entender Mayo implica reconocer los bandos patriotas de la Primera Junta. Un bando conducido por Mariano Moreno, radicalmente revolucionario y tendencialmente independentista. Otro bando conducido por Cornelio Saavedra, fuertemente conservador y que apuntaba a aprovechar el momento para sacar la mayor tajada al monopolio comercial imperial español. Así, en el puerto se dividían las aguas entre los ansiosos por acelerar el proceso y aquellos timoratos que, como un Presidente dijo en 2016, habrán sentido “angustia de tomar la decisión, querido Rey, de separarse de España”.
Entender Mayo también impone comprender la mirada del puerto hacia el interior profundo. Primero, con el fusilamiento de Santiago de Liniers (agosto 1810), un héroe de la reconquista de Buenos Aires a mano de los ingleses (1806-1807), que sostenía su lealtad a España y resistía como ultimo realista desde Córdoba. Segundo, con el asiento en Buenos Aires de los representantes del interior (Junta Grande, diciembre 1810) de mayoría saavedrista conservadora. Por tanto, si había desacuerdos porteños, parecía haber acuerdos tácitos sobre el rol de subordinación que recibirían las delegaciones del interior ante cualquier disidencia.
Definidos los límites de expansión hacia el norte (Salta y Jujuy), muerto Moreno y abierto el frente federal en el interior, la Declaración de la independencia (1816) fue el último acuerdo posible en un tablero de ajedrez ya dispuesto para una larga guerra civil. Aquí Bernardino Rivadavia hereda un rol central. Vinculado con la gesta de mayo, Rivadavia representa la descomposición de esos ideales criollos liberales antiabsolutistas, en una ignominiosa felonía pro británica, que se proyecta en la política exterior del presente, entre la sinofobia, la anglofilia y en el abrazo Milei-Abascal.
Las disidencias vistas en la ¿angustia? conservadora saavedrista y la felonía rivadaviana condicionaron los tiempos revolucionarios y se proyectan en la discursividad política hasta nuestros días. A 214 años, resta preguntarnos ¿Para qué sirve la memoria de nuestro Mayo revolucionario? ¿Será para quitar otra capa de polvo a sonrientes bustos de yeso y mármol? ¿Será para volver a ver a las élites del puerto jugarse al póker los intereses provinciales?
Entendemos que la memoria de Mayo sirve para diferenciar al liberalismo revolucionario de Moreno, de su posterior descomposición en el bando unitario de las guerras civiles. Mayo está en el idealismo que sacó a Belgrano del cómodo escritorio y lo puso al frente de la batalla. Mayo resuena en la eliminación de los títulos de nobleza, de los trabajos obligatorios indígenas, de la tortura y la esclavitud (1813). Mayo revive en la Declaración de Independencia traducida al Quechua y al Aymara. Mayo nos debe recordar que hubo una relación – actualmente bastante desgastada – entre liberalismo, industria, instrucción científica y pública presente en los escritos de los proceres de carne y hueso. Mayo no es angustia, ni pacto, ni claudicación. Mayo es debate de ideas y revolución.
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