Régimen de inversiones: enclave o desarrollo
En otro lugar, reflexionamos durante 2023 que la gestión de la crisis de inflación argentina fue el eje de disputa entre dos posiciones. Por un lado, un enfoque neoliberal radical, de inspiración inglesa, que aboga por el quiebre de las funciones sociales del Estado, privatizaciones y que hace base en el incentivo a la inversión de las grandes corporaciones globales. Por el otro, una economía social de mercado, de inspiración alemana, de más largo plazo, con efectos sociales atenuados, que hace eje en la colaboración entre actores económicos (Empresariado, Obreros, Gobierno y referentes políticos de la oposición partidaria). Los resultados electorales de 2023 legitimaron la implementación del modelo inglés.
Esta doctrina del shock y ajuste nos ha retrogradado a debates económicos superados desde fines del XIX. Así el desarrollo, cuando es mencionado desde el oficialismo, lo es a partir de las “facilidades de negocio” de rápida rentabilidad y la “necesaria” desprotección laboral. Mucho de ello se expresa en el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI) de la Ley Bases, objeto de nuestro análisis desde los anteojos de la sociología latinoamericana.
La consolidación académico-institucional de la ciencia sociológica latinoamericana fue al calor de la reflexión sobre las posibilidades de desarrollo económico de nuestras sociedades. Las teorías del desarrollo latinoamericanas evidenciaron el “deterioro en los términos del intercambio” entre las naciones desarrolladas exportadoras de productos manufacturados que tendencialmente se aprecian, y las subdesarrolladas exportadoras de materias primas que tendencialmente se deprecian. Es decir, históricamente las naciones pobres deben exportar cada vez más materias primas para conseguir los mismos productos manufacturados de las naciones ricas. Esto llevó a la teoría del desarrollo a recomendar en los sesentas formas de “crecimiento hacia adentro”, que no se centren exclusivamente en el comercio internacional, que si lo hacen sea en un intercambio regional (sur-sur), y/o incluso sustituir dichas importaciones con productos de fabricación local.
En un estadio analíticamente superior, la Teoría socioeconómica de la Dependencia de principios de los setentas sostuvo que las relaciones entre el “centro global” (en ese momento Europa y los Estados Unidos) y las “periferias globales” (principalmente África y Latinoamérica) establecían “relaciones asimétricas” basadas en dicho deterioro del intercambio. Sin embargo, la Teoría de la Dependencia incorporó elementos históricos y sociológicos, reflexionando sobre la naturaleza política del desarrollo. En resumidas cuentas, se descubrió que: los sectores sociales económicamente más acomodados de las sociedades periféricas funcionan de manera más integrada con los centros globales que con sus propias economías nacionales, estableciendo un vínculo de mera extracción de recursos con sus propios territorios.
En consecuencia, el estudio sistemático de normativas de beneficios fiscales para los sectores económicamente dirigentes de los países dependientes no redundaba en la consabida reinversión en el proceso productivo, y acumulación local de capital, como sí sucedía en las economías centrales. Este tipo de esfuerzo fiscal en promocionar las inversiones sin las debidas regulaciones del flujo internacional de activos, simplemente abonaba a la fuga de capitales hacia casas matrices y/o los paraísos fiscales internacionales nacientes en la década del 1970.
Esta lógica de la dependencia económica, en su punto más crítico es conceptualizada como “economía de enclave”. En la misma, el control total de los procesos productivos más importantes de la economía de un país está en manos de intereses extranjeros. Dicha lógica de enclave le cabe a cualquier sector: agrícola, ganadero, minero, etc.
En cualquiera de sus facetas, se comporta meramente como una máquina perfecta (normativas + represión estatal) de extracción de recursos sin generar mayores beneficios sobre el territorio que extrae y completamente “libre” a formas de regulación económica. Aquí cabe retornar al RIGI.
La lógica de enclave que propone la estructura el RIGI no es innovadora; replica la Ley de Inversiones Mineras de 1993.
La única diferencia entre ambas es que mientras la más añosa beneficiaba a un sector económico específico, su reedición 30 años después beneficia (con exenciones de impuestos, eliminaciones arancelarias, flexibilizaciones laborales, desobligaciones de compre local y de transferencia técnica) a todo capital corporativo transnacional que quiera enclavarse en el suelo argentino.
Los casos de Catamarca y San Juan son señeros en las lógicas del enclave minero: máximos beneficios a la inversión internacional, escaso o nulo “derrame” en el territorio y quiebre de matrices agropecuarias locales que competían con la minería por el agua de uso productivo. La única ganancia local que se percibe es el tímido ascenso de la recaudación fiscal, haciendo socia de la depredación a las dirigencias políticas provinciales.
Este tipo de regímenes de depredación están armados para (y por los abogados de) jugadores internacionales que se pueden contar con los dedos de una mano. Sus raíces filosóficas están en la interpretación del “progreso” que tenían los liberales latinoamericanos de fines del siglo XIX. Sus problemas fueron descritos por la Teoría de la Dependencia en los setentas.
Sus autores se repiten y acceden -como en esta semana- una vez más a conducir ministerios. Su repetición en el siglo XXI, solo habilita dos reflexiones históricas. Primero, en el mediano plazo, los sectores empresarios nacionales han fracasado estrepitosamente desde 1973 en conducir el proceso nacional de acumulación de capital.
Siendo conscientes de ello, simplemente, renuncian a hacerlo y aceptan un jugoso puesto en la gerencia de las transnacionales. Una segunda reflexión, de corto plazo, se recoge de los resultados parlamentarios: el RIGI y sus “Bases” no son más que la repetición de una estrategia infructuosa de una dirigencia política agotada, sin ideas, sin memoria histórica, que se ahoga en peleas y descalificaciones de bajo vuelo, para correr luego a vaya a saber que pactos en Tucumán.
En fin, verá el lector que del enclave a la colonia hay un pasito. Para reflexionar nuestro julio de independencia recomiendo el visionado de una peli pochoclera de ciencia ficción que, por mala, es simple y clara en su mensaje: Oblivion (2013).
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