Pascua de Resurrección
Un sentimiento de fraternidad acrece cada día, más fuerte de lo que lo obsta. La unidad de la raza humana pareciera que se va tornando realidad. La Pascua de Cristo ha llegado y Cristo es, desde entonces, el Cordero Pascual inmolado para salud y redención del mundo. Por el camino de la Cruz iba a volver glorioso junto al Padre, e iba a recibir fuerzas para volver, también, a nosotros. La misericordia de Dios ha amanecido en El y ha llegado a su cénit en esta hora. La conciencia humana, plena de lucidez y libertad, en presencia de este gran misterio, puede abrazarlo o rechazarlo.
Comprender el sentido de la Resurrección no es quehacer de sólo una época, sino de todas. Cada generación debe redescubrir el contenido de la Pascua, de acuerdo con las manifestaciones de su tiempo.
No podemos perpetuar, como única, la interpretación que de ella dieron los hombres del primer siglo. No pensemos en un Cristo solamente religioso, como si lo humano y lo divino se opusieran éntre sí. Más bien, tratemos de concebirlo como plenamente inserto entre los hombres y en su historia. Entonces sí, en Pascua, el Dios personal se revela en y por un hombre en abierto y humanizante diálogo. Es decir, la Pascua cristiana sólo puede ser entendida y cumplida con una gran capacidad de apertura frente a todo lo humano. De esta manera, Pascua será liberación del hombre por el Hombre, que es Cristo; será una apertura hacia Dios y, también, hacia el hombre; será el llamado y un interrogante a una existencia auténtica y supondrá, entre nosotros, una fraterna comunión.
Si se vive así, se colmarán en esta hora, los anhelos y esperanzas que alentaron los profetas. Será entonces la madurez de la historia.
Lilian Monetta de Micucci
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